Blaze! Capítulo 2

Capítulo 2 – Pelea de espadas.

¡La batalla ha terminado! ¿O no?

La calma vuelve a la taberna, al menos para Blaze, que sube su capa por sobre las hombreras de su media armadura, de la que sólo se ven algunos relieves del grabado que comienza en la espalda de ésta. Su pecho está cubierto por una camisa blanca y una cota de malla, ambas recortadas a la altura de los hombros, mientras que en su cintura descansa un cinturón para cargar sus dos espadas. Su retaguardia está cubierta por un pequeño y ajustado pantalón de cuero, sus largas y poderosas piernas solamente están protegidas por unas plateadas y brillantes grebas, atadas con correas de cuero sobre las fibrosas pantorrillas de la chica. En los antebrazos luce unos delgados avambrazos, que dan la impresión de ser ornamentales más que defensivos. La maga se sienta nuevamente frente a la barra y pide una segunda cerveza…

¡Uf…! –suspiró Blaze, apartando un mechón de su cabello, al mismo tiempo que recibía la nueva jarra con cerveza. Miró de reojo al viejo, que estaba levantando al recién “exorcizado” joven, y se percató de que los otros hombres presentes en la taberna tenían sus miradas clavadas en ella–. ¿Qué miran, depravados? –masculló, tragando su bebida, evitando el contacto visual–. ¿QUÉ ESTÁN MIRANDO? –exclamó, harta de la indeseada atención, girándose hacia los individuos y moviendo su lengua como si fuera una pequeña y revoltosa serpiente.

Blaze dejó la paga de lo consumido en la barra y se levantó para irse del lugar. Gente que caminaba fuera de la taberna escuchó un gran estruendo de corta duración, seguido de una pequeña humareda que se filtraba por la entrada del local. La puerta se abrió desde el interior, y de ella emergió una tiznada muchacha diciendo “se lo merecían”.

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En una alejada y escondida cabaña en las afueras de la ciudadela habita un anciano leñador. El día comienza temprano para él, tala unos cuantos árboles, les retira las ramas y carga los troncos en la carretilla en la que cargó sus pocas pertenencias hace ya muchos años, cuando conoció a una niña que estaba siendo molestada por unos fastidiosos adolescentes…

¡Ileana! ¿Qué te trae por aquí? –dijo el viejo en forma de saludo.

Te he dicho que no me llames por mi nombre, viejo Bel –replicó Blaze–. Voy de camino a la otra ciudad y no he dormido nada en día y medio, déjame reposar en tu casa…

Por supuesto, es tu casa también. Ahora voy al mercado a ofrecer mi leña, nos vemos en la tarde –respondió Bel, alejándose con su carretilla, la que debía tirar manualmente a falta de animal de carga.

Blaze durmió toda la tarde en la casa de su amigo y maestro. Bel y ella se conocieron cuando estaba siendo acosada por unos niños mayores, que la amedrentaban con unas afiladas varas a modo de espada. En ese momento de su vida, la pequeña Ileana era sólo una aprendiz de maga, pero ya demostraba su gran potencial, enroscándose en cualquier rencilla que le obligase a defenderse. Este era uno de esos casos. Los púberes, al darse cuenta de que era una aprendiz de maga, le golpearon fuertemente las manos, para desconcentrarla y no permitirle el invocar su magia, dejándola indefensa. Al verse superada, Ileana intentó arrebatarles las armas a sus atacantes, pero fue ayudada por Bel, un ex caballero, quien ahuyentó a los chicos a patadas.

Veo que eres una pequeña bruja, pero ¿no has considerado aprender algo sobre espadas? –preguntó el hombre a la pequeña niña, sobándole las enrojecidas manos.

Blaze se despertó por el olor a estofado que comenzaba a rellenar la habitación. Bel partía en silencio una cebolla, agregándola al mejunje.

Bruja… –dijo Blaze, desperezándose para levantarse de la cama del anciano, luego de recordar su primer encuentro.

Nunca me lo perdonarás, ¿cierto? –respondió Bel, con una sonrisa melancólica en el rostro.

Obviamente nunca. ¡No sabes lo que me pasó…! –exclamó la muchacha, desenfundando su espada, para mostrársela a Bel.

No, no me digas. Esa espada la compré con el ahorro de dos años de mi vida –se lamentó el anciano, al ver que la espada estaba rota y ahora se asemejaba más a un cuchillo que a otra cosa–. Supongo que tiene que ver con esa otra extraña espada que tienes ahí… ¿curva?

Sí, lo que pasó fue lo siguiente. Por encargo de mi maestro, fui a la costa, donde tuve que sustraer… –relató Blaze a Bel.

Robar –apuntó el viejo, interrumpiendo a la entusiasmada joven, al tiempo que tomaba la curva espada.

Bueno, “robar” cierto pergamino a un mercante local. ¡No te detengas en lo que no es importante! El tema es que este hombre tenía como guardia personal a un extranjero de las tierras del gran continente… –continuó relatando Blaze.

¿El gran continente del Sol Central del Sur? –preguntó Bel, interrumpiendo nuevamente a la muchacha, que lo miró con cara de desaprobación y desgano.

Sí, de allá mismo, ¿me dejas continuar?

Blaze se sumergió en su relato, tratando de ser lo más detallista posible, con tal de dar una vívida experiencia al viejo Bel…

Que hombre tan extraño, ¿qué te has hecho en los ojos? No creo que seas capaz de verme con esas pequeñas rendijas –comentó Blaze después de entrar en un gran depósito y ver a un varón de singulares facciones. Detrás de ella estaba apilada una multitud de heridos, los que intentaron infructuosamente detenerla. No recibió respuesta alguna del hombre–. Creo que ya viste lo que les hice a tus camaradas, deberías retirarte.

No –respondió escuetamente el hombre de facciones orientales.

Hombre de pocas palabras, espero que lo que ahorras en aliento y saliva lo compenses con algo de fuerza –ironizó Blaze, tratando de disminuir la moral de su contrincante.

Blaze se abalanzó sobre el solitario guerrero, lanzando la primera estocada, la cual fue bloqueada efectivamente por él, desviando la fuerza de la maga para hacerla tropezar y perder el equilibrio. Luego le devolvió el golpe, sin mucha intención, el que fue bloqueado por Blaze.

Que buen truco el que acabas de hacer, casi caigo al piso por mi propio impulso… –felicitó al hombre–. Y que extraña espada la que usas, no es recta como la mía. ¿Cuál es tu nombre, extranjero?

Yo soy samurái, mi nombre no importa –respondió el oriental, tomando su espada con ambas manos.

¿Al menos podrías decirme como le llamas a tu espada? –inquirió Blaze, divirtiéndose con lo peculiar de su contrincante, era la primera vez en su vida que veía a alguien así.

Katana.

¿Kataana? No sé si realmente entendiste mi pregunta, pero asumiré que así es como le llaman.

Blaze nuevamente emprendió su embestida, comenzando un intercambio de cortes, estocadas, esquives, bloqueos y balanceos entre los guerreros. La muchacha estaba sorprendida de la agilidad de su contrincante, el que no tenía reparos en rodar por el suelo o apoyarse en las paredes para realizar sus refinadas técnicas de esgrima. La batalla avanzó hasta dar una cierta ventaja al extranjero, lo que no gustó a la muchacha, la que ya estaba considerando utilizar magia para acabar el combate rápidamente.

Eres bueno, pero no puedo permitir que esto siga el curso que está tomando –declaró Blaze, lo que hizo que el hombre se detuviera, enfundando su katana–. ¿Acaso te has rendido por temor a lo que pueda hacer?

No –dijo el samurái, cambiando su posición de combate. Su pie izquierdo se adelantó y su mano derecha se posó sobre la empuñadura de la katana.

¿Qué rayos vas a hacer?

Antes de que Blaze se percatara, el samurái ya había hecho su jugada. Ahora era él el que se abalanzaba sobre ella, con su espada enfundada. Con rápidos pasos se hizo de todo el camino hasta que quedaron frente a frente, acorralándola. Lo único que pudo hacer Blaze fue situar torpemente su espada frente al oriental, el que desenvainó la katana en un corte circular-diagonal y ascendente que apuntaba a su cuello. La maga puso toda su fuerza en bloquear tal ataque, pero el corte rebanó su espada, dejándola con sólo un trozo de la hoja pegado a la guarnición. Repentinamente el tiempo se ralentizó para Blaze, vio como la hoja de la katana avanzaba hacia su cuello, acercándose, tocando su piel, abriendo una herida… ¡Bum!

Una explosión separó a los contendientes, haciéndolos volar por el aire. Blaze sufrió un corte a escasos milímetros de la vena yugular, mientras que el samurái quedó chamuscado e inconsciente, tendido en el piso. La muchacha estaba pasmada, temblando sobre el piso, sintiendo el sudor frío que le cubría la espalda. Su mano derecha estaba entumecida, había recibido completamente el impacto explosivo, no descartaba una fractura o al menos una luxación. No pudo hacer nada frente a la técnica del samurái, su increíble velocidad sobrepasó sus agudos reflejos, pero no su pensada precaución. La espada de Blaze estaba previamente hechizada, en caso de que la hoja se rompiese una explosión controlada se llevaría a cabo. En este caso funcionó, pero el guerrero oriental casi logró arrancarle la cabeza con su ataque, su rapidez casi le dio la victoria.

Casi no la cuento… –murmuró Blaze, tendida en el piso, con la mano izquierda sobre la herida de su cuello, a la vez que observaba el techo del depósito, por el que se colaba la luz del sol.

Esperó a que su cuerpo volviera en sí, se reincorporó y luego se sentó con las piernas cruzadas frente a su contendiente, aguardando a que despertara.

Fue una buena pelea, ¿no crees? –preguntó la muchacha al chamuscado y consciente hombre.

No, no lo fue, no pude servirle como correspondía a mi maestro –sollozó el samurái–. Acaba conmigo, estoy deshonrado…

¿Deshonrado? Eso fue antes de que comenzáramos a pelear… ¿Cómo puedes servir a alguien que roba a los pescadores locales y además rapta a personas de otros lugares para venderlos como esclavos?

El rostro del samurái se desfiguró, abriendo sus ojos y boca lo más grande que pudo (dentro de los límites de su extranjera apariencia), claramente no sabía de los negocios sucios de su mal llamado maestro.

Yo… no sabía, aún estoy aprendiendo tu idioma, no… No supe ver, intuí algo, pero… Por favor, toma mi cabeza, utiliza mi katana –pidió el samurái, con lágrimas en los ojos, exponiendo su descubierto cuello a la joven.

Blaze se levantó del piso y miró con pena al derrotado contrincante, tomó la filosa arma blanca y la dejó caer pesadamente sobre su cuello.

¿Qué pasó luego de esta mortal batalla? ¿Qué contiene el pergamino que su maestro le encargó “sustraer”? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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