Paz en el vientre y alas en el pecho,
Mujer que te levantas desde el hueso
De esta sociedad empobrecida.
Igualada por fin seas al hombre de buena voluntad,
Sin más razón que ser, y sin mensura.
De barro y fuego,
Creciendo entre las nervaduras,
Hágase tu memoria transparencia,
Así en las palmas de tus manos
Como en la piel universal de la poesía.
Y mécenos en tu vientre,
entre aire, cicatriz, pulso y arcilla,
Hasta volverte oxígeno que doble como un junco
Esta guerra febril.
Has puesto a salvo
En tu latido de metralla y savia
Cada generación, hasta lo Eterno.
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