CITA A CIEGAS

Cuando bajó los dos escalones que daban entrada a la cafetería, en el segundo, dio un traspié que hizo sonar sus tacones contra el suelo de madera y en ese inesperado claqué por muy poco no perdió el equilibrio. Se recompuso con un gesto de disimulo más hacia ella misma que hacia la gente que la vio tropezar y con cierto altanero disimulo se acercó a la barra.

El camarero, secando un vaso, hizo ver que no se había fijado en ella y ella, sentándose en el alto taburete de madera, aprovechó el cristal que tenía en frente, donde se reflejaba todo el local, a través de lagran cantidad de botellas de los más variados licores y whiskies que aguardaban en la larga estantería.

El espejo, en el que también se veía ella reflejada, le devolvía la imagen de todo el bar, de una cuidada decoración modernista, recargada de dorados y maderas oscuras, mesas de caoba y asientos forrados de terciopelo rojo. También le mostraba quien ocupaba cada lugar y, claro, uno de aquellos sería él.

El paso estaba dado. Hacía una hora, en casa, frente al espejo, arreglándose un poco ese pelo moreno abundante y rizado tan difícil de ordenar, había estado a punto de desistir de aquella cita que tendría lugar a media tarde en la cafetería La Principal. Se ubicaba en el casco viejo de la ciudad, en la zona peatonal, tan bien arreglada ese mismo año por el ayuntamiento. La ausencia de tráfico le daba un aire de relajada y silenciosa paz a toda la zona. Se oía –algoimpensable antes del cambio urbanístico – el sonido de los pasos de la gente al caminar y el murmullo de las conversaciones compañeras delanimado callejeo. Ella no escogió el lugar de la cita-el café La Principal- pero pensó que le gustaba el lugar, y que acertar con el punto de encuentro ya era una señal aceptable haciaalguien que debía de tener el mismo aprecioque ella porese espacio.También el día, jueves, yla hora. Las seis y media. Ni muy tarde ni muy pronto. Aún había luz natural pero desaparecería paulatinamente, de manera que la necesidad prudencialde recogerse, si era preciso, no tardaría tampoco en llegar.

¬Un café con hielo ¬ Le pidió al camarero cuando éste se le acercó, antes de que le preguntara que iba a tomar.

¬ Descafeinado ¬ Añadió

Era cuestión de controlar la situación y que nada pudiera alterar el aplomo que pretendía demostrar y que con su entrada en el local, tan poco discreta,había quedado en entredicho.

¬¿Alguna pasta ?

¬No, no. Sólo el café.¬ No era cuestión de mancharse los dientes en ese momento en que nada debía fallar. Si él se le acercaba y la encontraba masticando una madalena sería la segunda torpeza a demostrar en un tiempo record.

La preparación de su encuentro con Manuelhabía empezado hacía un mes. Marta , su compañera , con la que compartían asuntos en eldepartamento de personal de la asesoría jurídica que montaron juntas, le habló de él.

¬Manolo -así le llamó ella – es un gran tipo. Lo conozco hace tiempo y te conozco a ti. -Le dijo una tarde, mientras cerraban el ordenador al recoger- te escribo aquí su dirección de correo electrónico – mientras separaba un papelito amarillo de notas de su pequeño bloc y repetía en voz alta lo que escribía el bolígrafo” manu77@gmail.com “ – y tú ya decides si quieres contactar con él.

¬Deja, deja . Con treinta y cinco años no creo que tengamos edad para andar con estos juegos.

¬Precisamente por eso yo creo quetenemos edad para andar con estos…”juegos”. Al fin y al cabo yo sólo te facilito conocer a alguien diferente que te haga salir de tus soledades y encierros permanentes.

¬No me veo escribiendo a un desconocido…-respondió Ana, doblando en cuatro trozos el pequeño papel amarillo con adhesivo, que Marta había pegado sobre su mesa.

Con esa negación repitiéndosele en la cabeza se sentó frente a su ordenador, ya en casa, después de ducharse, con el albornoz puesto y la toalla enrollada en la cabellera. Un gran vaso de agua fresca a su izquierda y el ratón en la derecha, una cantata de Bach y la intimidad de su habitación leincitaron a abrir el apartado “Gmail” de su pantalla, como iniciando una travesura secreta. Al fin y al cabo ¿quién la veía? .

Apareció el cuadrado blanco encabezado por la leyenda “Mensaje nuevo”

Más abajo la palabra Para: y el cursor que parpadeaba con intermitencia, le pedían escribir la dirección del destinatario de su todavía inimaginable mensaje.

Para: ////

¬Esto es un disparate- se dijo en voz alta a la vez que escribía manu77@gmail.com

Asunto: ///

Eso era aún más problemático de escribir. Sólo imaginar lo que podría pensar un desconocido leyendo el “Asunto” de una carta de, a su vez, una desconocida y no dar con la leyenda adecuada le provocó una tremenda vergüenza, que la hizo poner el dedito señalador, que movía con el ratón , encima del aspa de la esquina derecha de su proyecto de mensaje.

Guardar y cerrar. Le indicó su pantalla

¬Pues si que empezamos bien. Hasta el ordenador me dicta que me deje de tonterías. Guardar y cerrar…

Cogió el vaso con su mano izquierda y mientras tragaba un poco de agua miro al techo de la habitaciónsonriendo:

¬Esto puede serel principio de una larga amistad… – se dijo sonriendo pícara – Tócala otra vez Sam…-murmuró –

Volvió la vista al ordenador y mirando la pantalla escribió:

Asunto: Tócala otra vez Sam

Aunque lo más difícil podía venir a continuación se limitó a escribir:

Tócala otra vez Sam. Esto puede ser el principio de una gran amistad. Casablanca. Así acaba mi película favorita. Mi mensaje empieza evocando un final, para que te sea más fácil llegar a él. Al menos a mi me parece que aliso el camino del fin , antes de que exista ni siquiera un principio.

Con cierta vergüenza, Ana.

Leyó dos veces esas tres líneas e incluyó un par de comas en el lugar correspondiente. Al tiempo que su conciencia la llamaba estúpida y pedante, su dedo derecho y su inconsciente colocaba la flecha que dirige el ratón sobre el recuadro azul de la parte baja de la pantalla. Sin pensar más y cerrando un ojo pulsó : Enviar.

Le ardieron las mejillas. Se desabrochó el albornoz para refrescarse del calor que la agobió de golpe. Se insultó mientras miraba por la ventana esa tarde que se hacía noche y que se llevaba un mensaje quevolaba sin remedio hacia un receptor que probablemente estaría riéndose del mismo, en ese preciso momento.

Cerró el ordenador de golpe, se dirigió a su habitación, colgó el albornoz detrás de la puerta y se puso una camisa. Caminó de arriba abajo por la sala y se repitió mil veces cómo podía ser tan ridícula.

¡Cómo se había dejado llevar por semejante impulso!. Qué facilidad tenía para hacer el ridículo siempre.¿¡Quien la llamaba a semejante juego infantil!?. ¡No había ninguna necesidad de pulsar encima de la palabra Enviar!. Todo podía haber quedado en un juego con ella misma, pero sin necesidad de hacer viajar ese mensaje.

Tomó el vaso de agua dudando si beber de él o estrellarlo contra el suelo y decidió súbitamente lo segundo, lo levantando con rabia y cuando estaba dispuesta a lanzarlo con fuerza al suelo, el altavoz de su Mac hizo sonar una campana que indicaba un mensaje entrante.

¬ ¡¡Cling!!

Se paralizó, al tiempo que salvaba la vida de su vaso de agua, y se acercó a la pantalla con la boca abierta. Una mano temblorosa lanzo la flechita a la palabra Gmail y pulsó sobre ella.

Un texto rojo en la columna izquierda de la pantalla decía Recibidos (1)

-No puede ser. No puede ser. No me atrevo .No me atrevo – se escuchó ella misma –

De nuevo la flecha viajó sobre esa palabra y provocó que de repente se desplegaran frente a ella cuatro líneas que la sentaron a plomo en su silla. Leyó:

You must remember this

A kiss is just a kiss, a sigh is just a sigh.

The fundamental things apply

As time goes by.

“Una señal es sólo una señal…un suspiro es un suspiro…lo fundamental ocurre mientras pasa el tiempo”

¡¡Esto noestaba ocurriendo de verdad!! ¡Eso no le estaba pasando! Esas palabras que estaba recibiendo escritas enlazaban con las que había escrito ella hacia un momento, por lo tanto se estaba produciendo la reacción a su escrito.

De nuevo el rubor y el rojo vivo en sus mejillas la obligaron a abrir la ventana y respirar profundamente.

Otro sorbo de agua la tranquilizó y tras saborear la frescura de ese trago empezó a meditar cómo continuaría aquella conversación recién comenzada.

Fue fácil. Le habló, a la pantalla – y a lo que hubiera detrás -de Marta- amiga común al menos- de su inusitado atrevimiento, siguiendo su consejo de escribirle a él, de que no se conocía a ella misma, pero también de la emoción que, sinceramente, le provocaba iniciar una conversación con un ser desconocido convertido en teclas, letras, espaciadores y mecanografía.Le habló de la soledad, del paso del tiempo, de los días clonados y de los que, como este, algo inusitado los hacía diferentes.

Descubrió que había pasado dos horas conversando con la máquina, al sentir lanecesidad de cenar. Eso le proporcionó una excusa para finalizar y descansar así de la tensión y la carga emocionalque todo su cuerpo estaba recibiendo

El hecho de que las letras, de una forma automática, fueranapareciendo frente aella,contestando a las suyas, la mantenían hipnotizada y casi sin aliento.

Debía finalizar ya aquel primer encuentro y recomponer su trastocado cerebro. Debía decidir tambiénque hacer con aquella loca experiencia que acababa de comenzar. Se despidió de una manera un tanto brusca.

Eso la hizo pasar una mala noche, preguntándose si estaría entrando en un camino de difícil retorno o si simplemente no pasaría de ahí.

Durante todo el día siguiente, en el cual esquivó informar a Marta de su aventura,le asaltó la excitación de, alvolver a casa, tratar de conectar otra vez con aquella dirección de correo tras la que se encontraba, en cualquier caso, alguien tan sorprendido y entregado como ella.

Hubo un contacto siguiente esa noche y otro y otro.

Durante una semana sólo vivía por aquel desconocido personajeal que, sorprendentemente, ya le había confesado gran parte de su vida. Se había desnudado sentimentalmente hablando, aunque físicamente también, pues, sin saberporqué, su uniforme frente al ordenador se había convertido en la mínima ropa posible, incluso la desnudez. Eso añadía más desinhibición a sus relatos y, porqué no, más morbo a la situación.

La curiosidad y el hecho de dar un paso más le hizo provocar la cita. La propuestatenía que llegar algún día. Por descontado que el riesgo de romper el encanto de hablar con un desconocido podía dar al traste con aquella curiosa relación, pero quizá el personaje del otro lado de la pantalla del ordenador había dejado ya de ser tan desconocido. Por otra parteparece estar unido a la naturaleza humana desear siempre algo más de aquello que se posee.Ahí estaba ese algo más y esa cita.

Era jueves y se encontraba en el viejo café modernista ”La Principal”. El paso estaba dado. Sentada en la barra analizó, con el, mayor disimulo posible, cada uno de los personajes que el reflejo de aquel espejo le permitía ver. También se veía ella. Discretamente arreglada, su blusa blancaque hacía resaltar aquel collar de cuentas venecianas con tanto colorido, el pantalón gris, ajustadoa las piernas hasta los mismos tobillos y las manoletinas de terciopelo.Su pelo rizado, frente a sí misma, al otro lado del mostrador, le confirmó que ella, efectivamente, estaba allí sentada.El recargado reloj dorado marcaba la hora convenida.

¬ Un café con hielo…descafeinado.

En ese punto se encontraba.

Su poco disimulada manera de observar a los clientes allí sentados sólo podía provocar que el camarero de la barra le preguntara si buscaba a alguien.

¬La verdad que sí. Ya que me pregunta. Pero veo que no ha llegado aún.

¬Si me indica a quien espera la puedo ayudar. Muchos clientes son habituales aquí.

Ana tenía la sensación, siempre,de lanzarse a hablar más de la cuenta y normalmente retrocedía tarde de esa manía. Se lanzaba como en un tobogán y sabía perfectamente cuando eso iba a empezar. Horror, estaba ocurriendo en ese preciso instante.

¬Es que no le conozco mucho…

Tremendo error – se dijo- . Si me cito con alguien que no conozco mucho vaya imagen doy de mi misma.

¬En realidad lo he visto pocas veces y muy distantes en el tiempo…

Cada vez peor-pensó-

Siempre imaginó que Manolo se acercaría a ella. Se levantaría de su lugar y dirigiéndose a la barra la invitaría a sentarse con él. Temía ese momento pero ya no había vuelta a atrás y ella lo había provocado…pero nada. Ninguno de aquellos personajes que, sentados en sus mesas, leían el periódico o atendían a sus móviles, parecía tener el más mínimo interés por ella ni por nadie que hubiera en la barra.

¬ A lo mejor si me dice su nombre…

¬Manuel…Manu…no se…

¬¿Quizá sea manu- setenta- y- siete- ge- mail- punto –com?

Ana quedó petrificada frente al camarero. La boca medio abierta, se leempezó a curvar en formade sonrisa y la mueca de sorpresa se hizo sonido y se volviócarcajada.

Manu setenta-y-siete –ge-mail-punto-com sonrió también y tomó forma humana.

Sus miradas cruzadas vaciaron de interés y sentido todo el entorno. Nada existía ya.

¬Nos teníamos que encontrar. – dijeron a la vez, sorprendidos.

Ahora sólo la barra del bar los separaba. Por poco tiempo.

Jmrc

8-05-2017

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