En un día como hoy

Era la hora del desayuno. A la mesa estaba sentado su padre en el sitio de costumbre. El lugar de su madre estaba ocupado por una señora desconocida. Eso no la extrañó ni preocupó. Todo su interés estaba en el plato sobre la mesa que esplendoroso lucía el verde de la palta. Siempre le había gustado la palta.

Desde una esquina del comedor su abuelita miraba con rostro profundamente triste y gesto de reproche. Era la madre de su mamá, quien no estaba. Estaba claro que ella tuvo que servirles el desayuno.

Tantos años después aún contempla la escena en su mente. Fue sólo después de muchos años que surgieron las preguntas:

¿Quién era esa dama? La tristeza de su abuelita, más aún, su gesto de reproche impotente, muy claramente recordado por ella, le dice que esa dama no era bienvenida por la abuela; aunque nada pudiese hacer al respecto.

Esa hora, en la mañana, ambos tomando desayuno en complacida intimidad, en el comedor del hogar donde su madre debía reinar. ¿Cómo se atrevió su padre a llevar a esa mujer allí? Ahora siente que es claro que él llevó una aventura nocturna sin respetar el hogar, la presencia de la abuela, madre de su esposa, o sus hijos.

Ahora cree saber el por qué su abuelita la reprendió, la llamó ““niña hipócrita”. La verdad es que ella, en el momento no se dio cuenta que había algo sumamente malo en la presencia de la mujer que acompañaba a su padre en ese sitio, a esa hora. Todo lo que deseaba era pan con palta. Era sólo una niña de unos cuatro o cinco años, cómo comprender que los límites de los adultos se habían infringido.

Se pregunta: ¿Dónde estaba su mamá?

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