EL SACRÍLEGO. DE MARTA CRESPO.

CAPÍTULO I

ESCLAVITUD.

Tucutum tum

Tucutum tum

Malembe malembe

Oya, oya, Oyaya

Noche oscura, las hogueras resplandecen. El aguardiente alegra el espíritu. Ellos extrañan los rituales y deidades abandonadas en África. Allá también cantaban y bailaban esta noche, ofrendándoles animales, semillas, flores y frutos, para que alejaran a los terribles demonios: Las tempestades, las enfermedades, la hambruna. Había que contentar a los dioses. Entregarles lo que cada cual acostumbrara.

Esta noche oscura de ahora la conocen como noche de San Juan. El amo y un sacerdote los enseñan a adorar a un hombre de palo que es familia de Jesús, el hijo de Dios. Al hombre de palo lo llaman Juan, lo cargan en una mesa y andan tras él alumbrándolo con velas, diciéndole palabras repetidas que llaman rezos.

Ellos también tienen que dedicar oraciones y alumbrar al santo del amo, San Juan. La noche es libre para dar rienda suelta a sus recuerdos ancestrales.

Esta noche, la noche antes de la fiesta de los amos, hay que invocar a Ogún, eleguá, Shangó …

El tambor, el aguardiente, el canto, el baile y las hogueras resplandecen dentro de la negrura del ambiente. Noche de rituales para festejar la fecundidad de la tierra, de las mujeres y hombres, del amor.

Tucutum tum

Tucutum tum

Malembe malembe

Oya, oya, Oyaya

CAPÍTULO II

EL SACRÍLEGO.

Tomó la biblia. La abrió a la suerte. El Señor le dictaba tareas sagradas a través de sus textos.

Éxodo 20-1:

«Y habló Dios todo esto, diciendo: Yo soy Yahvé, tu Dios, que te ha sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre.

No tendrás otro Dios que a mí. No te harás esculturas ni imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos, ni de lo que hay abajo sobre la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas y no las servirás, porque yo soy Yahvé, tu Dios, un Dios celoso, que castiga…y hago misericordia hasta mil generaciones de los que me aman y guardan mis mandamientos.»

Solicitó guía divina para comprender.

“No tendrás otro Dios que a mí”

Sudaba enardecido. Eran las doce del medio día. Hacia calor.

“No te harás esculturas ni imagen alguna de lo que hay en lo alto de los cielos, ni de lo que hay abajo sobre la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.”

Se arrodilló, y oró fervientemente. Sintió un baño de luz.

Al fin comprendía, Dios enviaba mandatos a sus hijos a través de los textos bíblicos. Continuó leyendo:

“No te postrarás ante ellas y no las servirás, porque yo soy Yahvé, tu Dios, un Dios celoso, que castiga…y hago misericordia hasta mil generaciones de los que me aman y guardan mis mandamientos.»

¿Y ellos se decían seguidores de un Dios tan estricto? ¡Hijos desobedientes! ¡Sacrílegos! ¿Es así como desean ser salvos? ¿Acaso no leen las claras órdenes de aquel que da vida eterna?

Poseído por aquel amor sublime, salió a buscar alivio. El exaltado ímpetu místico lo consumía y necesitaba aire, alimento espiritual, algo que le diera paz.

Eran las dos de la tarde. Asomó su delgada humanidad al salón contiguo a su habitación, ¡soledad total! La familia participaba en los arreglos de la capilla y sus alrededores para la fiesta en honor a San Juan Bautista.

CAPÍTULO III

CUARTA GENERACIÓN.

Manolito Aragón Céspedes se dirigió al portón de la hermosa casa heredada a través de generaciones. En otros tiempos la llamaban “La casa del amo” – su bisabuelo Manuel Aragón Galindo Hoy día la llaman “La casa grande”, o “La casa de la hacienda”.

El sonido de los tambores lo hizo retroceder. Los había tenido que soportar desde que nació. Para muchos eran ritmo y alegría, compartir solidario y homenaje a un santo; para él, pequeñito y solitario, eran toques diabólicos, sinónimo de angustia, de sombras amenazantes, de insomnio.

Los terrores nocturnos lo asaltaban distantes, hasta que llegaba mayo, y peor aun: junio. Entonces no podía dormir nunca; hasta que se fue a estudiar lejos. Ahora había vuelto y su vida estaba consagrada a Dios. Pero desde anoche, el sonido de los tambores lo había regresado a sus miedos infantiles.

Regresó a la habitación, tomó la Biblia y siguió leyendo con respeto. Cada fragmento de texto lo convencía de que era el elegido por Dios.

“Señor Maravilloso y Omnipotente, dirige mis días y mis noches, y muéstrame el camino para ser salvo”

Y se fue quedando dormido.

“¡Sacrílegos! ¡Malos presagios recaerán sobre ustedes y su descendencia por adorar trozos de palo!

CAPÍTULO IV

LA COMISIÓN

La peonada lucía ansiosa. El guarapo y el aguardiente estaban en su punto: bollitos, tostones, casabe, carne asada, gallina guisada, empanadas y tortas relucían en un gran mesón al centro del patio.

Don Manuel Aragón Sotillo – El abuelo – observaba complacido el movimiento de la gente. Se respiraba alegría y unidad entre aquella comunidad de trabajadores de su hacienda, descendientes de esclavos en su mayoría, trabajadores y entusiastas por el devenir diario, independientemente del jornal que se ganaran.

Este año se organizaron para obtener una imagen de San Juan para hacerle el homenaje cada 24 de junio. Es una celebración heredada de sus antepasados, esclavos que sembraron historia e identidad en la región. Hasta hacía poco la imagen de un Cristo era quien presidia la capillita, construida en tiempos de la colonia como parte de las órdenes recibidas del Rey de España para poder tener esclavos.

Las reparaciones anuales la mantenían aun en condiciones, y su humilde fachada se erguía preciosa entre arbustos y plantas de cayena, azahares y trinitarias, para que al menos una vez al mes los pobladores recibieran la palabra de Dios.

Hoy llegaba la imagen. Don Manuel la encargó a Italia. El Obispo fue el intermediario, por conocer de tallas y saber donde se elaboraban con mejor calidad y belleza.

A recibirla fue una comisión de ellos mismos. Las mujeres andaban alborotadas, y los hombres prepararon los tambores para demostrar su alegría por la llegada de esta escultura que para sus ancestros representaría a Ogún, deidad africana. Para ellos es San Juan, el milagroso santo que escucha sus cantos, rochelea, y les sonríe desde el cielo.

En el Repartimiento, especie de galpón a dos aguas donde viven la peonada y su familia, están guardados los tambores nuevos; los elaboró uno de los peones venido de Naiguatá, experto en estas lides.

  • Quedan en custodia de Encarnación Madriz. Se usarán sólo cuando halla repiques de importancia mayor.

Para rochelear, se tocaría tambor con los cajones de jabón las llaves, como siempre.

CAPITULO V

CANTARINA.

Cantarina salió del baño empapada aun. La larga y rubia cabellera caía sobre su cuerpo, chorreando agua como cascada, revuelta en rizos rebeldes y graciosos. Acababa de refrescar su maciza y enorme humanidad, para volver al placer de restaurar objetos de arte. ¡Gracias a Dios estaba bien ubicada en la vida! ¡Amaba su oficio!

Observó la bella escultura que pronto habría de culminar. Era una maravillosa talla en madera de San Juan Bautista, de tez morena clara y expresión bondadosa.

La experiencia fue mágica. Mientras lo restauraba, imaginaba que él le hablaba de fiestas y bailes, de promesas de salud, de amores conciliados y embrujos deshechos. Las expertas manos de la artista pasaron suavemente por aquel cuerpo destruido a golpes, casi que resumido en astillas y aserrín en un trágico momento de fanatismo e inconciencia. Sin embargo, imaginó que “mi Juan”, como acostumbran decirle sus devotos, olvidó inmediatamente el ataque, para continuar bendiciendo a aquella comunidad, a la región y al país, uniéndolos en un solo canto, en armonía, con su magia, al compás de los tambores cada 24 de junio.

Cantarina pensó en voz alta, sonriendo traviesa: “Seas la representación de un hombre santo o no, me cautivaste”

CAPÍTULO VI

EL HALLAZGO

Su mirada quedó fija en una extraña imperfección. Era apenas perceptible. Se le acercó temerosa, parecía ser una acusación del enfermo, que se quejaba por no haber sido bien atendido. Lo expuso a la luz de la lámpara encendida desde la noche anterior; era un detalle casi invisible, solo desde allí se podía apreciar. Estaba exactamente en el pecho. Parecía parte de la capa que semejaba la textura de la piel de algún animal con la que el santo estaba vestido.

  • ¡Qué extraño!- Pensó- Es como si algo ligado a la madera, o la pintura con la cual fue trabajada la imagen, estuviera brotando.
  • Esa imagen es para nosotros un amigo, a quien acudimos desde épocas remotas a confiarle nuestras penas y alegrías” expresaba un lugareño.
  • No adoramos a la escultura, pero entiendan que deben respetar nuestra manera de conectarnos con Dios” explicaba una anciana.
  • Soliciten presupuesto en alguna venta de imágenes, para comprar una nueva.

Terminó de secarse, vistió una suave bata floreada estilo goajiro, colocó sus lentes y se sentó a disfrutar con apetito una exquisita rebanada de lechosa. Con el bisturí en la mano, comenzó a raspar el lugar donde notó la imperfección. Un poco de agua y trementina la ayudaron a suavizar el material, y cuando menos imaginó, encontró un pequeño pergamino, forrado con piel y delicadamente insertado en la escultura, simulando un pliegue de la capa.

Le tomó poco más de una hora extraer aquel testimonio que durante años, quien sabe cuantos, había estado oculto en ese lugar.

Con los nervios a flor de piel, apartó la imagen del San Juan, y se dedicó a trabajar el papel, ansiosa por conservarlo intacto, para apreciar si había algo oculto en su interior, una cadena muy fina, un trozo de tela sagrada, un mechón de cabello… en fin.

Sin prisa, emocionada por el hallazgo, retiró del mesón cuanto pudiese estorbarle para tan ardua misión, disponiendo meticulosamente a un lado: microscopio, lupas, espejo y pequeñas láminas de vidrio por si tenia que preservar algo con urgencia.

Recogió el largo cabello sobre la nuca. ¿Cómo es posible que no haya apreciado este detalle tan a la vista ahora? ¿Contendrá algún secreto? ¡Tal vez el escultor tenía una pena y ofreció la imagen al santo!

Una hora después, se retiraba a descansar. Su cerebro le ordenaba dormir, recuperar condiciones, para no maltratar la preciada muestra.

CAPÍTULO VII

EL VALLE DE GARDENA

Carlos Mansini extendió su mirada impregnada de nostalgias. Los recuerdos acudían a su mente. El Valle de Gardena lucia a esta hora espléndida, Las Dolomitas, cadena de montañas de rocosas paredes verticales, ofrecían un impresionante paisaje.

El reconocido escultor acababa de llegar de Francia, subió al “Mirador” solo por reencontrarse con su tierra natal. En el recorrido para llegar al Valle, pudo saludar al rio Gardena, el cual lo cruza con benevolencia.

Pensó en ladino, su lengua materna: ¡Gardena! al sie santifiché ti inom.

Mientras su memoria lo llevaba a su infancia, retraída y pobre en cuanto a libertades y juegos, un grupo de paisanos llegó al lugar, reconociéndolo al momento; Uno de ellos lo saludó con admiración; Carlos Mansini era ya famoso y respetado. Respondió cortésmente ante la mirada curiosa e imprudente de los presentes.

Quien lo saludó, servía de guía al grupo de visitantes deseosos de conocer aquel poblado primoroso y sus bellezas naturales, pronto decoradas por plateados copos de nieve.

Continuó hablándole al grupo, debiendo aclarar algunos términos por la influencia alemana, italiana y ladina del lenguaje. Por este motivo, El Alto Adagio, ubicado al norte de Italia, es tierra de prodigios y bendiciones, por convivir pacíficamente estos tres grupos lingüísticos.

“El nombre de Valle de Gardena significa “Territorio boscoso de Gardena”. La historia narra que este nombre proviene de un documento del año de 999 D.C. en el cual se estipula la donación oficial por parte de del Conde Báv Otto de Andechs a favor del Obispo Gottschalk de Frisinga. En aquel entonces, la gente pensaba que en el año 1000 se acabaría el mundo, y aquellos que poseían bienes donaban parte de los mismos a la Iglesia con la esperanza de recibir una recompensa celestial después de su muerte.

La religión predominante en esta región, y en Italia en general, es la católica; sin embargo, se practican otras como la evangélica, mormones y testigos de Jehová”

Carlos Mansini recogió pausadamente su equipaje.

CAPÍTULO VIII

CREENCIAS

Se dirigiría a su casa a encontrarse con su madre. Hoy terminaba su contacto con la vida externa, aquella que le transmitía un poco de felicidad. Hoy retornaba a su hogar, el hogar de su fanática madre. Donatela debía estar esperándolo para amargarle la existencia.

Recordó cada palabra dicha hacia poco por el guía turístico: “la gente pensaba que en el año 1000 se acabaría el mundo, y aquellos que poseían bienes donaban parte de los mismos a la Iglesia con la esperanza de recibir una recompensa celestial después de su muerte”.

El sólo pensamiento de ser condenados, los hacia desprenderse de sus posesiones; o tal vez: la sola idea de comprar el cielo con algo material les aliviaba la conciencia ¡Mayor engaño!

Seis meses fuera de Gardena lo habían reconfortado de tanto sufrimiento.

Esta noche, cuando su madre se durmiera, inicializaría la talla de un santo. Era un encargo de alguien muy importante en Roma. Se esmeraría. El interesado lo obsequiaría al patronato de San Juan de una comunidad cercana al vaticano, bendecido por el Papa y admirado por artistas.

¿Por qué su madre no lo comprendía?

Estaba empeñada en hacerlo desistir de su sueño. No comprendía que un artista es un emisario de Dios.

CAPÍTULO IX

LA MISIÓN

Finalmente decidió ejecutar la misión que Su Señor le había encomendado. Temía salir del cuarto oscuro donde se refugió desde que llegó a la hacienda. Sentía pánico de volver a enfrentar a aquellos hombres y mujeres escandalosos, alborotadores y mal hablados. Desde niño les tuvo asco. Él era demasiado débil y pequeño para enfrentarlos en ese tiempo.

Recordó las terribles noches de vigilia obligada, sus desvelos, la percusión de aquellos tambores que hacían hervir la sangre a la peonada, mientras a él lo herían de muerte y lo hacían perder el equilibrio.

Un paso más, y quedó frente a la capilla. Asomó su figura al salón principal, los presentes estaban afanados en limpiar, pulir los bancos, acomodar ramos de flores, sacar el polvo al campanario… nadie sospechó que en breve, solo unos segundos apenas, se produciría el acto de justicia que salvaría a aquellos ignorantes, que manchaban con sus creencias absurdas la paz de la casa de sus padres.

La gente se acercaba a saludarlo con afecto constantemente, sin importarles que su respuesta fuese un monosílabo despectivo. Percibió que eran sinceros, ofreciéndole amistosos sus buenos deseos.

Eran las 3 de la tarde. Regresó a su refugio. En pocas horas caería la noche y buscaría la oportunidad de cumplir con lo que se le dictaba desde el cielo. CAPÍTULO X

LA OBRA.

La reconstrucción de la hermosa escultura de madera le llegó de manos de un historiador de su más alta estima, su padre, Custodio Medina.

Un pequeño titular de la prensa local anunciaba aquel 24 de mayo, en la sección de “sucesos” sobre el ataque a una escultura de madera de San Juan Bautista. Según testigos, el responsable del lamentable hecho entró a la Capilla de San Juan Bautista, de la hacienda Sacramento, ubicada en el sector Rural “Valle Prodigio”, donde los cultores de la manifestación folklórica religiosa se preparaban para repicar los tambores, anunciando la proximidad de la fiesta, el 24 de junio.

Los pobladores referían la importancia de esta imagen, cuya data era del siglo XIX y que representaba un patrimonio cultural. Aparte de exponer que esta imagen del santo les recordaba los milagros concedidos, y cada año iban a corresponder bailando, cantando, y ofreciéndole flores, frutos y hasta placas de agradecimiento:

Para Cantarina el trabajo resultó interesante, pues la imagen, desde que llegó a su taller, la sacó de sus labores cotidianas.

La primera novedad fue la de cambiar su cronograma de trabajo por la urgencia de reparar la imagen antes del 24 de junio, fecha en la cual la comunidad afectada realiza la fiesta religiosa y popular en honor al santo. La segunda, organizar aquel conjunto de piezas y materiales envueltos en papel periódico, cartón, guardado en cajas de diferentes tamaños que le fue entregado. La tercera, obtener fotos de la imagen tal cual era antes del ataque. Por último, investigar, organizar la información, y obtener los materiales adecuados para proceder a su recuperación lo más original posible, haciendo honor al artista creador, de quien se tenia poca información, a pesar de su renombre. CAPÍTULO XI

LA ARTESANÍA GARDENIANA

Cantarina investigó sobre el origen de la destruida imagen. En la casa grande, tras dos visitas estériles, le fue concedida una entrevista por uno de los dueños y su madre, una anciana cuyos aportes fueron definitivos, entregándole unos documentos amarillentos, casi que ilegibles, que representaban la Partida de Nacimiento de la joya escultórica. Allí se hablaba de la imagen, realizada en Italia, Valle de Gardena. El nombre del escultor apenas se distinguía: Carlo Mansini.

Otro documento de data mas reciente: 1903, indicaba que había sido comprada en Roma, donde fue adquirida por Manuel Aragón Galindo.

De allí vino la hermosa escultura de San Juan Bautista, cruzando mares, hasta llegar al puerto de La Guaira, donde fue recibida por la comitiva de la peonada de la hacienda “Sacramento”.

Posteriormente investigó sobre la producción artesanal del valle de Gardena, paseándose por amplias descripciones y reseñas sobre el tema.

Entusiasmada, leyó que los objetos de arte tallados en madera del Valle de Gardena tienen fama mundial por su gran belleza y exclusividad, sinónimo de calidad.

Para la escultora, esta era la primera muestra de esta región que conocía. La atraía tanto su rostro, milagrosamente salvo el día en que sucedió el triste episodio. ¡Un verdadero milagro!

Cantarina sentía estar cada vez más identificada con la pieza artística.

Sobre el escultor, se hablaba de su carácter retraído y la sobriedad de sus obras, las mas reconocidas eran las dedicadas a San Juan Bautista, recuperadas en su mayoría como patrimonio artístico e histórico gardeliano el año 1912, faltando sólo una que suponían fue la última que realizó el artista antes de desaparecer misteriosamente, y expuestas en la Galería De Arte dedicada a las obras de maestros de la talla en madera de finales del siglo XVIII y siglo XIX.

El pedestal de la obra faltante, estaba vacío, en demostración de su incuestionable valor.

Dedujo sorprendida: ¡Esta es la pieza que falta en la galería de arte del Valle de Gardena!

¡Que orgullo tener una pieza tan preciada artísticamente en su taller! ¡Dios! ¡Y que corresponda a ella su restauración!

CAPÍTULO XII

COMUNIDAD ENARDECIDA.

En la prensa regional y nacional se reseñaba la denuncia de la humilde comunidad de la hacienda “El Sacramento”. Ofendidos elevaban sus voces al Instituto de Patrimonios Culturales, al Alcalde, al Director de Cultura Regional, al Ministro de la Cultura, y a quien pudiese respaldarlos ante lo que consideraban ultraje. El ataque a un ícono conservado por ellos desde hacia muchos años, y al cual se atribuían milagros, era una imperdonable ofensa.

Cronistas, antropólogos, investigadores y sociólogos, maestros de escuela y escultores fueron a observar los restos. Más nadie hizo nada, sólo la crítica en la prensa, opiniones de expertos, y la oferta del Alcalde y del gobernador para regalarles una parecida.

Entre los visitantes estaba Custodio Medina. Observó con paciencia cada fragmento de la destrozada escultura de madera. El rostro estaba intacto, su mirada parecía solicitar una oportunidad para continuar embelleciendo el lugar. Impulsivo ofreció su restauración por una escultora de fama internacional.

La comunidad aceptó sin objeciones, pues más que lo material, era la fe en el santo y la necesidad de restablecer el respeto ante la humillación recibida.

La ilusión por recuperar la dignidad y el entusiasmo por la cercana festividad en honor a san Juan, alivió el dolor sufrido.

CAPÍTULO XIII

EL ESCULTOR.

Desde niño, Carlos Mansini demostró pasión por la escultura. Donatella, su madre, sólo vivía para él. Ella profesaba la religión evangélica, refugiándose en la Biblia, interpretándola a su modo y creyéndose un mesías femenino, exigiendo la total atención del hijo. Mansini ocultaba sus tallas, Donatella lo había amenazado con quemárselas pues lo apartaban de ella.

Misterioso, y parco, desarrolló sus aptitudes artísticas en la obscuridad de un sótano, feliz de la libertad que le brindaba el lugar; elaborando objetos que luego llevaba a la bodega del poblado, donde se vendían oportunamente.

Conocedor de su talento, aprendió a cuidar y educar sus manos para poder dedicarse a aquel hermoso material que la naturaleza le brindaba para regocijo de su alma. Fascinado, comenzó a tallar animales y figuras humanas de extraordinarias curvaturas, hasta que un destacado artista, Manuel Pisano, descendiente de una familia de escultores admiró sus creaciones, esmerándose por enseñar al joven las técnicas mas sofisticadas de la época.

Un 3 de marzo de 1815, viajó al lado del maestro a Roma, para admirar imágenes religiosas: el estilo, los materiales, la variedad y los motivos. Al regresar a Gardena era otro hombre, con una visión más amplia de su ser y de la creación artística, comenzando a tallar imágenes religiosas.

Donatella lo exhortó a renunciar a la talla de santos, pues estaba ofendiendo a Dios, al facilitar a los hombres ídolos para adorar. Veía con horror como el hijo comenzaba a ser famoso a costa de la perdición de su alma.

La obra de Mansini llegó a oídos de un Obispo, quien le encargó una imagen de San Juan Bautista de tamaño regular, para ser trasladada a Florencia. Esto terminó de desequilibrar a Donatella, dedicándose a destrozar cuanto trabajo iniciara el hijo.

Fueron 5 las imágenes que talló el escultor, cinco Juanes que lograron sobrevivir a la furia de la señora. Cada una fue restaurada y vendida, mientras lograba realizar la que al fin fuese a satisfacer el encargo del Obispo sin que Donatella la despedazara.

La quinta imagen debió esperar a que Mansini regresara de Francia.

CAPÍTULO XIV

EL BAUTISTA.

Juan El Bautista, San Juan, o Mi Juan, fue un predicador y asceta judío, considerado profeta por tres religiones: Cristianismo, Islam, y la Fe Bahá’í, y El Mesías por el Mandeísmo.

Para Cantarina, que no profesaba ninguna religión pero que creía en un “Dios Supremo Energía”, creador de todo lo bueno del universo, la entusiasmó el encargo de su padre, así que se esmeró en el trabajo, escudriñando hasta la vida del hombre a quien se representaba en la destruida imagen; o mejor dicho, en los desechos que le entregaron.

Hijo de Zacarías e Isabel (Lucas 1:5) este personaje es considerado el precursor de Jesucristo, definiéndose a sí mismo como “La voz que clama en el desierto”. Juan murió el Año 30 antes de la muerte de Jesús, siendo encarcelado y decapitado por orden de Herodes Antipas (Marcos 6:16-29 y Mateo 14:3-12).

La Iglesia Católica celebra su fiesta 6 meses antes de la Navidad, motivado a que en el Evangelio se anuncia que su madre, Isabel, tenía seis meses de embarazo cuando el Ángel le anunció a María que sería la madre del Mesías. Su decapitación se conmemora el 29 de agosto.

  • ¡Muy interesante este hombre! – pensó Cantarina.
  • ¡Así que San Juan también se transformó al llegar a América!
  • ¡Ya te conozco mejor mi Juan!
  • Maestro, todas esas obras son para que mi madre se sostenga mientras esté viva. Yo me voy a encontrar mi camino.

Lo cierto, es que San Juan y todos los santos vinieron a ser conocidos en América a través de los evangelizadores, y según comprendió la hermosa escultora, fueron aceptados por los esclavos, sedientos de motivos para sobrevivir a sus desgracias, y sustituidos en secreto por sus dioses africanos.

De asceta Judío, predicador y profeta, fue asumido como un santo con cualidades casi que humanas, fiestero, parrandero, cooperador a la hora de arreglar romances y muchas otros talentos y características.

A San Juan le cantan y bailan desde el 23 de junio, cuando le realizan un velorio con folias y rezos. El 24 se le ofrece una misa solemne y fiesta religiosa sin igual.

CAPÍTULO XV

OBSESIÓNADA

Donatela amaneció más obsesiva que nunca. Tomó un cuchillo de carne y serruchó la imagen de San Juan, que primorosa, secaba su cuerpo recién pintado por el honorable escultor, ahora barbado y de exquisita apariencia.

_ ¿Que haces madre?

_ ¡Destruyo al demonio que has creado, y que te aparta de Dios y de mí, para que lo adores!

Adolorido ante el destrozo de aquella obra, la llevó llorando al sótano, como un padre ante su hijo enfermo,

En este lugar, Mansini restauró la quinta imagen, que pese a haberla tallado mientras la anciana dormía, y de mantenerla oculta a sus ojos, también había sufrido el embate de la incomprensiva mujer.

En éste recinto fue asaltado por un súbito delirio, donde la fiebre consumía violenta y rápidamente sus reservas de salud, y un penetrante dolor en el pecho que agudizaba la emergente necesidad de crear para al fin culminar su obra, por quinta vez destruida. Gruesas lágrimas rodaban por el atormentado rostro del artista. Nunca había sido feliz, sólo la madera le hablaba de ese estado glorioso en que podía disfrutar de estar vivo.

No daba gracias a Dios, porque no lo conocía. Tampoco tenia a quien contarle sus ideas, pues no tenía amigos. A duras penas había asistido a las clases con su maestro, y sólo con el pretexto de acompañarlo en un viaje por motivos de salud había podido escaparse de su nefasta compañía.

Donatela estaba cada vez más senil y conflictiva. Sólo aquella imagen, que había tallado con tanta disciplina y fervor, lo comprendía.

Observó el rostro de este quinto san Juan, su mirada era mágica, y sus manos parecían desear acariciarlo, como un buen amigo que consuela. Él había tocado su fibra emotiva, pues algo tenía de distinto a las otras imágenes del santo que había tallado esos últimos años.

Más de una vez Carlos pensó en el suicidio, hasta que su carácter amargo y la dureza de su corazón se fueron ennobleciendo cada vez que iniciaba una talla de san Juan.

CAPÍTULO XVI

EL QUINTO SAN JUAN

Ésta seria la última imagen de san Juan que tallaría en su existencia, era un punto de honor cumplir con el compromiso. En el retiro voluntario al que se sometía, mientras avanzaba en la reconstrucción de cada “Juan” que Donatella desmembraba, inició la lectura de la Biblia. El maestro se lo había recomendado para conocer más sobre la historia de aquellos a quienes reproducía con sus manos.

_ ¿Dónde está la respuesta, Dios desconocido para mí? ¡Háblame mi Juan! Dime que no eres un demonio que he creado con mis manos.

Extasiado en cada lectura bíblica, se entregó al Dios que da amor y da vida, omnipotente creador del universo, pidió sabiduría y protección para culminar con este hijo que debía recorrer su camino por el mundo para cumplir con la misión de representar a un hombre santo, y servir de objeto concreto para afianzar algo tan sublime y abstracto como la fe.

Y la encontró, leyó más de una vez, miró al cielo y pidió guía para aquel hermoso texto que le llegaba a las entrañas; sintió como si hablara con alguien superior para recibir la gracia solicitada.

¡El Padre Nuestro! ¿Cuántas veces escuchó hablar de esta oración? ¡Muchas! Sin embargo sintió que esta vez era la primera que la leía.

Tanto repasar las líneas de la Biblia que se lo aprendió de memoria. Reflexionó sobre su vida:

“Madre se la pasa entregada a la oración, a la iglesia, y a mí que soy su único hijo jamás me habló de Dios”.

CAPÍTULO XVII

EL MENSAJE

Comprendió que todas sus luchas y sufrimientos, que la paciencia y misericordia con la cual había tratado a Donatella, la perseverancia en la tarea, y la pasión por optimizar la bendición con la cual había nacido, formaban parte de un plan divino.

Escribió algo en un papel. Recortó el pequeño mensaje que Dios le había dictado desde su corazón, y lo incrustó hábilmente en uno de los pliegues de la capa de piel de camello que le había dibujado con el cuchillo a su amigo.

“Toma mi Juan, atesora entre los pliegues de tu manta este pequeño mensaje, es mi salvación y la tuya, Ya se que eres sólo la representación de un hombre santo a quien no conozco ni podré conocer, pero en cambio, eres una creación inspirada por el Ser Supremo del cual recibí el don para el arte de la talla en madera.

Dios me entregó este talento para que lo utilizara en bien de mis hermanos, y yo realizo mi trabajo lo mejor que puedo.

Gracias mi juan, por tu compañía y tu paciencia mientras tallaba tu rostro y tu cuerpo sobre la madera que silenciosa se dejaba acariciar por mis manos, mientras aparecían frente a mi, miles de posibilidades para darte forma.

También esta madera es sagrada, porque proviene del mismo Dios que me dio la musa para crearte. La madera de los árboles que rodean a Gardena. La madera que la naturaleza protege, y que nace fecunda en los bosques de las Dolomitas.

No existe un motivo por el cual callar ante la inmensidad de bendiciones que cada día recibimos de ti mi Dios, ¡Gracias infinitas por existir, y darme pruebas de que tú me amas!”

Llevó la escultura al maestro para que se la entregase al Obispo que la encargó. Le cedió las llaves del sótano, autorizándolo para sacar de allí todas sus creaciones y venderlas.

Y Carlos Mansini no regresó jamás.

CAPÍTULO XVIII

DE PADRES A HIJOS

Pablo Medina se vino al pueblo antes que la hacienda Sacramento pasara a manos del hijo mayor de don Manuel Aragón Sotillo, hijo de don Manuel Aragón Galindo, y cuyo nombre era Manuel Aragón Aspurua, conservando el nombre y apellido a través de las generaciones; todos tuvieron un único hijo varón.

De allá se trajo Pablo la devoción especial a San Juan Bautista que aprendió desde niño. Recordaba a diario las noches de rochela, conversaciones entre vecinos, juego de palabras, cantos y bailes de tambor que los mantenía unidos desde el mes de mayo, retozando alrededor de los tamboreros y cantadores cuando le rendían culto a la Santísima Cruz.

Al llegar a Guararé, población del estado Miranda, compró una imagen de San Juan para conformar su propia parranda de Sanjuaneros junto a otras amistades, casi todos venidos del campo y ahora decididos a incorporarse al trabajo en el poblado rural para este tiempo.

Al fallecer Pablo Medina, su hijo Cruz José Medina, heredero del culto a San Juan, y conocedor de las historias de la hacienda Sacramento de memoria, pasó sus saberes y la imagen a Custodio Medina, su hijo mayor, quien conocía la importancia que para la familia y la comunidad tenia la tradición folklórico religiosa de San Juan, recibiendo a través de la oralidad los secretos del culto.

Al conocer el destrozo de la antigua y venerada imagen de San Juan que serena engalanaba el altar de la vieja capilla de la Hacienda Sacramento, Custodio Medina se trasladó conmovido al lugar.

Él era cultor de San Juan Bautista por herencia, pero también era un historiador, y le dolía que alguien desconociera el valor, el respeto, y el aprecio de toda una comunidad, sus creencias religiosas y por sobre todo, la fe.

CAPÍTULO XIX

LA BIBLIA NOS DICE.

Cantarina pudo leer al fin lo que decía el pergamino, tras batallar con la pintura y algo bien protector que había mantenido en resguardo el documento; no comprendía el texto porque estaba escrito en una lengua desconocida para ella. Llevó el valioso documento a la embajada de Italia, solicitando orientación.

El experto apenas lo miró, reconoció que estaba escrito en idioma ladino; le indicó en que lugar encontraría los contenidos que allí se señalaban; pertenecían a textos bíblicos. Sencillamente los buscó y los leyó:

La Biblia prohíbe los ídolos:

“Allí tendrán que servir a dioses hechos por el hombre, dioses de madera y de piedra, que ni ven ni oyen, ni comen, ni sienten” (Dt. 4, 28).

La Biblia admite las imágenes:

Entre las instrucciones de Yahvé a Moisés para la construcción del Santuario se encuentra ésta, en la que le ordena elaborar estatuas: “Asimismo, harás dos querubines de oro macizo, labrados a martillo, y los pondrás en las extremidades del Lugar de perdón, uno a cada lado” (Ex. 25, 18).

Otra instrucción de Yahvé a Moisés: “Moisés habló por el pueblo y Yahvé le respondió: ‘Haz una serpiente de bronce y ponla en un palo y todo el que la mire sanará’” (Núm. 21, 8).

El templo de Salomón estaba adornado con pinturas de querubines:

“Dentro del lugar santísimo puso dos querubines, hechos de madera de olivo silvestre, de cinco metros de alto… Salomón cubrió de oro los dos querubines” (1 Re. 6, 23-28).

El último fragmento de papel, el que extrajo del pecho de la escultura, fue traducido inmediatamente por el profesional, decía:

“Cinco Juanes me llevaron a descubrir que sólo Dios es eterno” CAPÍTULO XX

FIESTA DE SAN JUAN.

La comunidad estaba feliz, los ramos de flores abundaban al pié de la reconstruida escultura de madera de San Juan Bautista. El sacerdote, en el sermón, hizo referencia al valor cultural de la imagen, la fe que por años esta comunidad, descendiente de esclavos de caña de azúcar, papeloneros y macheteros, entre otros oficios, habían trascendido al tiempo y a las épocas, hasta llegar a ellos.

Su plática fue larga y hermosa, haciendo llorar a más de un devoto.

Al culminar, cantaron cumpleaños al santo.

Afuera, el repique de tambor comenzaba como siempre. Mientras un bailador sacaba del templo una pequeña imagen del santo, con apariencia de niño, desplazándose por el ala central hacia el exterior.

Solista: Ay cuando salirá

Yayó Juanicó

Coro: Quilembe. Cuándo salirà

Solista: Ay sácalo pa fuera

Que yo lo quiero ve

Coro: Quilembe

Cuando salirá

Solista: Ay San Juancito y Paula

Coro: Aé manito Aé manito Aé

Al fondo, en el altar, la imagen de San Juan Bautista, restaurada por la escultora venezolana Cantarina Medina, parecía sonreír a sus devotos y a los cultores de tan histórica manifestación, testimonio real de nuestras raíces africanas, y muestra valiosa del folclore religioso nacional.

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