​Natural y obvia ansiedad

​Natural y obvia ansiedad

Emilio Machado

16/05/2017

Abrí los ojos. Me quedé mirando la pequeña mancha negra del techo, absorto en mis pensamientos. Es lo que hace la ansiedad, no te deja dormir, por suerte eso a mi mujer no le sucede. Escucho su respiración lenta, pausada y profunda, su espalda hacia mi lugar, totalmente dormida.

Miro la hora, demasiado temprano, apenas las 2 y 40. Definitivamente la manchita del techo no me va a ayudar a dormir, así que me levanto, quizá una taza de leche tibia pueda ayudarme a conciliar el sueño. Dejo el vaso por la mitad, nunca me gustó mucho la leche. Ya que estoy, aprovecho para revisar si todo está en orden. Voy al otro cuarto, los bolsos están ahí, prontos para la aventura. Repaso la lista minuciosamente, no es que sea muy ordenado, pero sí previsor. Ropa, accesorios, cremas, lociones, documentos, parece que no falta nada. Me siento un tanto nervioso, eso se refleja en que nuevamente fui a la heladera y me serví un nuevo vaso de leche, sin pensarlo, no sé para qué, ya que ni me gusta ni me ayuda a dormir. Reviso en mi celular los números de taxi, a uno de ellos lo pongo en el marcado rápido, sé que podemos dormirnos y tener que salir de apuro. Ya nos ha sucedido. Antes de pasar por el baño, me quedo en la puerta de mi cuarto, ella duerme, de costado, su posición habitual, su respiración sigue siendo pausada. Descansa profundo, sabe que todo va a salir bien. Repaso mentalmente los pasos a seguir, los caminos a tomar. Una oleada de mariposas inundan mi estómago, la ansiedad crece, paso a paso, minuto a minuto. Hace meses que estamos programando éste viaje, y estamos a pocas horas de concretarlo. Años antes intentamos hacerlo, pero por cosas de la vida, de Dios, no se nos dio. Ahora es el momento, todo está en orden.

Conociéndome, dejo de lado la leche, voy directo al mini bar, 2 medidas de licor de chocolate para el alma, y para los nervios. Y una tercera para el viaje. Llego a mi cama, lentamente me meto bajo las sábanas, beso delicadamente su mejilla, acaricio su pelo, un leve “te amo” se desliza de mi boca, ella se mueve mínimamente pero continúa en su trance onírico. Sus hombros descubiertos son siempre una invitación al placer, deseo el cuál quedará postergado para otra oportunidad. No creo que me duerma, pero la manchita del techo se ve rara…

-Emi, amor, despiértate, ya es hora-. La miro, demoro unos segundos en reaccionar, asiento y me levanto rápidamente. La ansiedad dejó paso al nervio puro –Todo bien?- pregunto hasta con miedo. -Sí mi amor, todo bien-. Su voz tranquila es un bálsamo para mí. Paso fugazmente por el baño, a expulsar el licor de chocolate. Ella ya está pronta. Tomo los bolsos, el taxi está en la puerta. Subimos.

-Al Sanatorio por favor, mi hija está por nacer.- Comienza el mejor viaje de mi vida.

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