Estuve sentado frente a la hoja, pintandola mientras organizaba el órden de las ideas. Escribir de esa manera no es productivo en términos de generar algo proveniente del silencio, sellar el camino y aplastar los pastos donde poco se transita.

Aprendí a preguntar y registrar la Vida desde más allá de los pensamientos dejando de lado la «mentalidad» y empezar a sentir, a ser un registro que conoce más de lo que pensaba. Como si la ignorancia pasase a primer plano de manera irónica para dejar tratar de comprender todo y darles respuestas a nadie. He dejado de buscar comprender.

Decisiones, para bien o para mal, marcan el tiempo que no está. La sintáxis es potable de reescribirse y la energía precisa mover el lugar donde se asienta. Es como elegir qué nota poner en el pentagrama, siempre ha sido un «do». Hoy arranco en «Sol». En Sol como rayos matinales soy capaz de elegir qué poner en el papel aún sabiendo que centenares de elecciones no son tales sino producto de una cascada de dominó que empezó alguna mujer en la era de antaño para terminar desencadenando una acción en mi abuela y en mi postura de hoy.

Queremos responsables – ¿para echarles la culpa? – Y yo ¿qué?; y vos ¿qué?.

¿Podré decidir cercenar el cordón umbilical, la soga, la cadena, las emociones, la luz con un cuchillo, con tijera, con amor lo que por años estoy alimentando con mi atención…? y no mirar al de al lado y juzgar: esto está bien; ¡ah! ¿cómo vas a hacer eso?.

Agarrar esta inspiración y decir «no» a la prepotencia que como emoción me avasalla imponiendome hacer algo a favor de vos…

Decir «sí» al contacto humano y piedra que tengo con todos. Animarme a mirar por la grieta que dejé – buscá bien, hay una puerta – en el muro del corazón.

Quizá esto es lo difícil, desnudarme emocionalmente. Volver a desnudarme emocionalmente. Sambullirme en las cuarenta y dos capas de pétalos de margaritas que como muro puse.

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