La abuelita Eloísa. Historia de una familia

La abuelita Eloísa. Historia de una familia

Myriam Reyes Pena

15/05/2017

Eloísa Peña Riquelme nació en Linares, quizás en los últimos años del siglo diecinueve. Fué hija de un matrimonio campesino que murió en el gran terremoto de Chillán.

Su destino lo decidió la lavandera de esta familia quien se llevó la pequeña a Los Angeles. Sólo se puede suponer los motivos que tuvo para hacer esto. Quizás no habían familiares que pudiesen hacerse cargo de la huérfana. No se sabe qué pasó con las tierras propiedad de los padres de Eloísa, se dice que cultivaban vid.

Eloísa fue internada en un hogar de monjas. No le enseñaron a leer o escribir. Aprendió otras habilidades.Cosía ropa y hacía preciosos colchones de lana con fundas de damasco en una época en que estos eran muy apreciados.

La abuelita Eloísa jamás se casó, pero tuvo dos relaciones que le dejaron a Fresia y Jhonny como recuerdo de sus amores.

El primero, de apellido Ríoseco, nunca reconoció legalmente a su hija. Era casado y con hijos de su matrimonio. Tenía tierras en Santa Bárbara. Era un hombre gallardo: alto, de piel blanca y ojos azules. Eloísa se enamoró mientras, puntada a puntada, cosía sus corbatas de seda. Así a Fresia concibió, quien a su padre se parecía: era alta para esa generación, esbelta, blanca, cabellera abundante, ojos azules o verdes (dependiendo de la luz del día). Quizás Eloísa miraba a su hija y le recordaba su primer amor.

Jhonny nació de su relación con un señor de apellido Valdebenito. La nieta no sabe detalles de este amor de su abuelita. No se sabe por qué Eloisa no se casó con el padre de Jhonny. Jhonny era alto, delgado, cabello negro y ojos oscuros, de pálida tez. Seguramente se parecía a su padre. Jhonny adoraba a su madre y hermana. Vivió con ellas hasta el día en que se casó con Raquel.

Cuando Fresia, hija de Eloisa, se casó, se fueron a vivir a Temuco. Allí Eloísa tuvo a su primera nieta y segundo nieto. Pronto este matrimonio probó ser desafortunado. Vinieron las separaciones. Un tercer nieto llegó, en uno de los intentos de hacer funcionar el matrimonio, cuando la primera nieta de Eloisa tenía trece años años, infructuoso nuevo intento.

Eloísa cuidaba de sus dos nietos. Su primera nieta, por razones que no conocemos, quedó al cuidado de su padre, la abuela y tías paternas. Aún ciega, en su vejez, Eloísa cuidaba de sus nietos cocinando, cosiendo, limpiando, lavando, mientras Fresia luchaba por mantener el hogar sufriendo de artritis reumatoidea y con muy poca educación formal. El marido de Fresia, como tantos otros padres, pareció creer que la separación significaba no tener responsabilidades con los hijos, cada vez que Fresia acudía a la ley para obtener ayuda para sus hijos, el padre renunciaba a su trabajo.

Cuando Fresia y su marido intentaron reconciliarse, doce años después de la separación, y tuvieron a su tercer hijo, la nieta tuvo la oportunidad de estar cerca de la abuelita Eloísa. Esto sucedió cuando el marido de Fresia vivía en Santiago, con su madre, hermanas y hermanos, en una casa de tres pisos, en la Alameda frente a Avenida España. El tercer piso, al que se accedía por una puerta independiente, subiendo una gran escala de mármol, tenía nueve habitaciones, seguidas por una mampara que dividía la sección de servicio: Eloísa debe haber llegado tarde a la asignación de habitación, tuvo que habitar el cuarto para el servicio doméstico. Nunca la nieta la vió salir de esta sección del hogar.

La nieta pasaba largas horas en el dormitorio de la abuelita Eloísa. Adoraba ir a escuchar la música que Eloísa tenía en grandes discos de 78 revoluciones que tocaba en una victrola a cuerda, que quizás fue regalo de alguna de sus dos parejas. Allí conoció a los grandes del jazz: Louis Armstrong, Benny Goodman, las grandes bandas de música instrumental.

Eloísa y su nieta jamás hablaron acerca de esta música, o de la victrola, o de ningún otro tema. El permiso tácito para que la nieta la escuchara fue toda la comunicación entre ellas. Esta extraña relación dejó recuerdos perdurables.

La nieta recuerda que su abuelita Eloísa era redonda y chiquita. Muy callada y trabajadora. Recuerda que adoraba el mate con cedrón y azúcar quemada. También el queso frito en paila y las tortillas cocinadas al rescoldo en el brasero que siempre tenía encendido.

La recuerda con dolor de cabeza, se ponía rodajas de papas crudas en la frente las que cubría con un pañuelo de seda. Pero más que nada recuerda que su abuelita Eloísa cuidó de sus hermanos desde que nacieron hasta el día en que murió.

Curiosamente, años más tarde, se supo algo más acerca de Eloísa. Fresia visitaba a su hija. Conversando con su consuegro, Fresia y su hija descubrieron que este y Eloísa eran parientes, por el lado materno. Ambos eran de apellido materno Riquelme, originarios de la misma región del país.

La nieta se hace muchas preguntas acerca de su abuelita. Pero a sus sesenta y nueve años, piensa que pronto tendrá las respuestas, en el más allá.

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