¿´Qué os parece la celebración de una boda?

¿´Qué os parece la celebración de una boda?

En mi modesta opinión, toda la parafernalia que se monta antes y después de una celebración, me parece de lo más esperpéntico, un cuadro de auténtico carnaval.

A lo mejor, si alguien lee mis palabras, penséis todo lo contrario que, cuanta más originalidad y lujo pues mucho mejor.

Exactamente el día 8 de Julio pasado, fui invitada a la celebración de una boda de un familiar. Hacía bastante tiempo que no acudía a uno de estos eventos. El festejo fue en el MONASTERIO DE EL ESCORIAL. No puedo negar que el monasterio es sin duda una de las mejores joyas arquitectónicas que poseemos los españoles.

Como la fecha indica, el día amaneció de lo más caluroso y por si esto fuera poco, las personas que acudimos a este lugar maravilloso, le dimos un toque de lo más vulgar y estrafalario.

Colocados en los bancos de la basílica, en lugar de disfrutar de su cúpula majestuosa, no podíamos hacerlo, ya que los numerosos invitados portaban en sus cabezas unos ornamentos de lo más horteras. Las señoras con sus sombreros altos y voluminosos que parecían nidos de pájaros, sobresalían de tal manera que nos impedían seguir la ceremonia. En lugar de escuchar el magnífico coro, me parecía escuchar un gorjeo de pájaros. Los señores entonando con sus respectivas, lucían sus vestimentas de pingüinos.

Al salir de la ceremonia, nos repartieron a las señoras una especie de sombrillas chinas para guarecernos de los fuertes rayos del sol.

Mientras, los novios en un coche descapotable del siglo pasado totalmente engalanado de flores, se pasearon por la plaza saludando a todos los invitados.

El ágape lo sirvieron en una finca cercana al monasterio. Inmensos jardines con sus pequeños riachuelos y acantilados nos dieron la bienvenida y en uno de sus elegantes pabellones fue servida la cena. Montones de mejillas desconocidas te plantaban sus labios, ladeándose como podían para apartar sus enormes sombreros.

Al terminar la cena, nos trasladaron a una carpa, donde una música estridente y demasiado moderna acompañó a todas aquellas señoras con sus vestidos multicolores y sus sombreros de nido de pájaros. Los novios, en lugar del tradicional vals, hicieron una parodia de una película de moda, donde el novio haciendo gala de sus potentes bíceps levantaba a la novia a considerables alturas, dándole vueltas en el aire. Todos los invitados coreaban a gritos, muy bien David.

A continuación, el resto de los invitados, comenzaron a bailar bailables de esos moviditos para gente joven.

Pero cuál sería mi asombro que los envueltos en años como una servidora, querían transformarse en jovencitos e intentaban moverse como ellos.

Cuando peor me sentí, cuando un señor viejo como yo se acercaba a mí para que bailase con él a su compás. En esos momentos, las piernas las sentí como paralizadas y solamente acerté a decirle, lo siento, no bailo.

Habían puesto a disposición de los invitados autobuses para volver a Madrid. Sin decir nada a nadie, me monté en el primer autobús que salía a la 1 de la madrugada.

Cuando recosté mi cuerpo en el asiento del autobús, ¡qué feliz me sentí! – Por fin me encontraba sola, sin escuchar tan estridente música, sin contemplar los sombreros de pájaros, y sobre todo sin escuchar tantas conversaciones insípidas. Sola, con mis pensamientos. En cuanto el autobús arrancó, disfruté contemplando las luces de la carretera. Podía haber continuado en el autobús hasta un lugar muy lejano, pero eso sí sin las estridencias de una boda.

Al llegar a Madrid, el conductor paró un taxi. Allí sí que me sentí totalmente feliz.

Me esperaba mi cama, me despojé del dichoso traje y mis zapatos de tacón. No necesitaba mi lexatín. Soñaría con lo que me había deparado el día, una boda para el recuerdo.

Ahora, tranquilamente junto a mi maquinita para dejar plasmado otro recuerdo más del pentagrama de la vida.

CARMEN.

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