Cae la noche y desde mi ventana observo en la oscuridad una gran mascarada
Sus ojos, de profundidad infinita, brillan bajo la luna, en una penetrante mirada.
Inmóviles en la silueta de un viejo sauce, me observan con inmutable armonía
Bañados por la luz de la luna, las estrellas marcan el final del día.
Absorto en mis pensamientos, va en aumento un terrible latido
Que sin demora rememora un escalofriante aullido.
Observado por un sinfín de pupilas, encienden en mí un antiguo temor
Dejándome frío, vacío, protegido por las sabanas, poseído por un fuerte temblor.
Al escuchar, al otro lado de la puerta, el girar del pomo y un leve crujido
La multitud de ojos, que observan por la ventana soltaron un fuerte graznido.
El retumbar de los ecos al unísono y las sombras de los viejos sauces
Crean en las paredes el horrible rostro de un búho inmutable.
Mientras en el viejo sauce, la gran mascarada me observa con rostro risueño
Caigo rendido por el miedo, me dejo caer, vencido por el sueño.
En mi mente me taladran las miradas y el eco de los graznidos
Las largas sombras, unidas por las ramas, me arrastran al centro de los latidos.
Mi corazón viejo y seco como el sauce, late sin fuerza
Encogido por el dolor, el miedo va secando la corteza.
Preso de mi mente, observo el millar de ojos sin poder despertar
Con el eco de sus graznidos y los grilletes de sombras no puedo más que observar
Y ahí me hallo, sin poderme mover, preso de mi mente
Perdido en la profundidad de sus miradas, suelto un grito mudo y decadente.
Por siempre, preso de mi mente.
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