Todos nos hemos planteado alguna vez que hay pasada la muerte, pero ¿Que será del mundo cuando nosotros no estemos? ¿Qué harán esas personas que tanto significan para nosotros? ¿Que será del día a día sin nosotros? No queda más remedio que seguir adelante, despertándonos día a día, con la pesadumbre en nuestro corazón cada vez más pesado y más vacío viendo como poco a poco, nuestros seres queridos van desapareciendo.

Nosotros, impotentes y resignados debemos seguir adelante, porque al fin y al cabo no somos más que trozos de carne y huesos que como todo, se muere. Parecemos viejos, pues nuestro corazón esta enrojecido de dolor, arrugado de pena y nuestras vidas llenas de muertos.

Los arboles crecen, el sol cae, la luna sale, la gente sigue con sus vidas, pero no somos los mismos.

Somos la consecuencia de lo que ha pasado durante la historia. Nos moldeamos como un herrero golpea el candente hierro a base de martillazos y golpe tras golpe creamos nuestro propio ser. Somos producto de las consecuencias de nuestros actos.

Como la luna que brilla en la oscura noche bajamos y subimos noche tras noche ocultando nuestra cara más oscura, negociando nuestro tiempo.

Pues ¿Qué somos sino mercaderes del tiempo? Compartimos nuestro tiempo con las personas que forman nuestro día a día y esas personas nos regalan parte de su vida, su tiempo para pasarlo con nosotros. Tiempo y tiempo forman el tronco y las raíces de todas las vidas, como el Ygdrassil que sostiene todos los mundos, las raíces de un gran árbol sostienen los momentos del tiempo en los que compartimos con nuestros cercanos. Cuando sonreímos a nuestro hermano estamos moviendo las manivelas del reloj, estamos creando bifurcaciones y uniones de ramas del tiempo. Y gracias a esas manivelas podemos soportar el día a día, podemos compartir nuestra cara oculta, soportar la espesa negrura de nuestro ser.

Somos lo que creamos, somos los actos que tomamos, somos las manivelas de un oxidado reloj, somos la consecuencia de lo que ha pasado durante la historia, somos producto de las consecuencias de nuestros actos, las manivelas avanzan y los arboles crecen.

Pero no somos los mismos.

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