El placer de escaparse hacia la nada.
En una mañana poco acostumbrada.
El placer de sentarse al calor de un café.
Trago amargo con dulzor extraño.
Igual a esa paz del tiempo de antaño.
Café caliente, de triste deleite.
Aroma filtrado en los pasillos de mi mente.
Vapor que se extingue poco a poco en el aire.
Acompañado de la fe que en mí, ya no arde.
Bebida de tinte obscuro.
Que en una taza captura mi reflejo mudo.
Una mirada bañada de duda.
Que busca algo de consuelo
Ocultando el cruel desvelo.
De una larga madrugada.
En mi taza; habla la noche y la mañana.
Sorbo a sorbo una verdad constelada.
Entre estrellas de grano molido.
Aliviando el dolor continuo.
Que con amargo café, lentamente me he bebido.
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