17 de noviembre de 2009

-Fue este un extraño caso que tuvo lugar el 18 de noviembre de 1989, apenas nueve días después de la caída del muro. Por aquel entonces yo trabajaba de corresponsal y el periódico había decidido enviarme al epicentro de la acción para que narrase todo cuanto allí acontecía.

Como cada mañana yo me encontraba desayunando en el café Kalwil, momento en el que aprovechaba para reordenar mis distintas redacciones antes de enviarlas a la sede. Las vistas desde la pequeña terraza eran realmente extraordinarias ¿sabe usted? La mesa estaba colocada de tal forma que yo podía observar a todos los viandantes sin que ellos fuesen conscientes de mi presencia. Realmente lo pasé bien aquellos meses ¿Le he contado la historia sobre aquel auto rojo?

-Céntrese

-Disculpe, disculpe ¿Por dónde iba? Ya recuerdo.

Me encontraba totalmente embebido entre mis notas cuando, para liberar angustias, decidí encenderme un pitillo. Yo nunca he sido de fumar ¿Sabe usted? Pero todos en la oficina lo hacían y uno, ya sabe, no quiere parecer descortés si le invitan… Y un pitillo por aquí uno por allá…

-Está volviendo a divagar

-O, si disculpe…

-Había decidido encenderse un cigarro.

-Sí, sí. Al levantar la cabeza vi a un hombre que caminaba escondido dentro de una gabardina.

-¿Cómo escondido?

-Como se lo cuento, tuve que mirar dos veces para cerciorarme de que no era una gabardina andante.

-Entonces, no podría reconocer a aquel hombre si le viese de nuevo.

-Claro que podría, cuando me fijo en unos andares, no los olvido jamás. Ese hombre andaba patizambo, casi a saltitos, era una mezcla entre pingüino y pato. Además, los zapatos de charol negros se destacaban en contraste con la hierba. Mire ahora que me doy cuenta, eran muy parecidos a los tuyos.

-…

-El caso, aquel hombre caminaba deprisa a pesar de su marcada deformidad y, en su carrera, dejó caer un papel. Como le digo, la terraza ofrecía unas vistas inigualables a la calle y pude ver perfectamente como caía. Nunca me he considerado una persona curiosa, ni mucho menos, los asuntos ajenos mejor dejarlos tranquilos, pero en esta ocasión algo me impulsó a recoger el papel. Me levanté y avance parsimonioso, como si nada de lo acontecido tuviese relación alguna conmigo.

EISENACHER SRT 28

TRATAR Y PULIR, POR ORDEN DE LA CÍA.

KLIMENT ROMANOV

HA COMETIDO CRÍMENES CONTRA LA LIBERTAD.

Aterrado dejé la nota en el suelo y me volví a mi asiento. Al día siguiente decidí, adelantarme a cualquier otro medio y publicar la noticia antes incluso de que la policía alemana tuviese noticias. Lo que yo no me esperaba era encontrarme al día siguiente a dos inspectores en la puerta de mi casa acusándome de asesinato ya que no encontraban y nadie sabía nada. Incluso me llevaron detenido. ¿Lo puede usted creer? A mí, que el único conflicto con la policía había sido robar una bicicleta. Pero entiéndame, llegaba tarde a clase y si el profesor…

-¡Haga el favor de centrarse de una vez!

-Voy voy. Cuando finalmente encontraron el cuerpo en un IKEA, yo les conté a los agentes que tenía coartada, siendo el camarero testigo de que yo había estado toda la mañana en el café. Al asesino no pudieron encontrarlo y el crimen quedó sin solución. Intenté yo también averiguar algo sobre el culpa de tan atroz acto pero mi búsqueda fue infructuosa. Finalmente me volví a Madrid y me olvidé del tema.

-¿Sabe usted que, según lo que me cuenta, mañana prescribe el caso?

-¿¡De verdad!? ¡No permitiré que quede impune! Telefonearé ahora mismo a la policía para contarles todo lo que se.

-No lo harás Javier

-¡Usted no me puede decir que hacer y qué no hacer!

-Soy tu psiquiatra, nos llevamos viendo desde hace dos meses cuando te trajo tu hermano. Él decía que llevabas una semana en la que decías que el asesino te perseguía para conseguir tu silencio. Déjame aconsejarte sobre este tema por favor.

-¡He dicho que no! Me voy ya mismo a llamar a la policía- Responde furibundo mientras se levanta.

-Creo que no me has entendido- Dice el psiquiatra mientras se levanta y avanza, a saltitos de pingüino hacia la puerta. Con un golpe de cintura, a lo Jhon Travolta, abre su chaqueta, tan solo un segundo, pero lo suficiente como para que el negro metalizado de la culata de una pistola lanzase un destello condenador.

-Fuiste tú… Tantos años después… Me has encontrado…

-Esta noche va a ser muy larga, siéntate, que ahora te voy a contar mi historia. Yo había salido huyendo en 1970 de España tras un intento de publicar un libro sobre el Crecimiento del sotobosque en Iglesias y Ministerios. Al llegar a Alemania creé un pequeño negocio de tala de madera, sin saber que la tala de madera estaba restringido a los afiliados al partido Comunista. Estaba desesperado, no sabía qué hacer y por eso cuando la CIA me contactó para tratar y pulir aquel árbol en casa de uno de los mandatarios de la KGB, accedí. No merezco ir a la cárcel por eso.

-¡Lo mataste!

-¡Iba a morir de todas maneras!

-¡Ahora si que irás a la cárcel!- Grita Javier al tiempo que, con un golpe de cintura, a lo Elvis Presley, abre su camisa dejando ver el brillo rojo metalizado de la cinta adhesiva, fue tan solo un segundo pero lo suficiente como para que el psiquiatra se diese cuenta de que era un micro.- La policía lo ha escuchado todo. Estas perdido.

El médico disparó y se creó un silencio eterno que se mantuvo flotando durante varios minutos. Con sus característicos andares, se acercó al sillón, colocó el arma bajo su barbilla, y disparó.

Marcos Pérez

28/03/2020

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