​Pulgas en la cama

Era una historia de amor que muy mal terminó.
El otro lado de la cama, el poema tituló.
Yo que lo leía pensé: ese lado de la cama lo lleno yo;
de libros, cuadernos y periódicos a montón.
También el notebook encontraría su lugar allí,
estaría muy cómodo en tan central posición.

Tampoco faltaría la senda taza de té
acompañada de galletitas y un chocolate con almendras
para espantar la depresión.

Un guapo calentador de cama,
de esos que llaman escaldason,
mantendría mis pies calentitos,
también muy acogedor mi colchón.

No mencionemos otras innombrables partes
de mi no escueta anatomía,
que se regocijan con tanto calor
mientras me hundo en dulce sopor.

Nadie dice: apaga la luz.
Nadie dice: esa música espanta mi sueño.
No tengo gato tampoco, o perro.
Así es que pulgas en mi cama no hay.

Tampoco hay pulgas en mi alma brincando,
llamando mi atención.
Más bien me quedo soñando
con los románticos versos
de tanto poeta converso
a la religión del amor.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS