El Hotel Latino en un día especial.

El Hotel Latino en un día especial.

Ramses Yair Ayala

01/05/2017

Eran las ocho y media de la noche cuando Enrique caminaba a paso apresurado cruzando la enorme explanada del centro de la ciudad. No tenía tiempo para detenerse, mucho menos para disculparse por cada empujón que propinaba a uno que otro sujeto que se cruzaba en su camino. Era jueves, el día especial de cada mes.

Caminó por la calle de Veinte de noviembre hasta llegar a Izazaga, giró a la izquierda, miró hacia arriba y encontró el enorme letrero neón del hotel que contrastaba con el gris sin chiste del paradero de microbuses. Una enorme sonrisa se dibujo en sus labios y entró por la puerta de cristal oscuro para dirigirse al bar y ordenar un vodka. Sabía perfectamente como le gustaba jugar a Milenka y a pesar de ello, no podía evitar sentirse molesto. La muy perra rusa se había excedido desde la mañana.

Le hicieron esperar unos minutos para poder proporcionarle el número de habitación. Subió por el ascensor hasta el quinto piso, se detuvo frente a la puerta y aunque el volumen distorsionado de la música era fuerte, pudo distinguir el sonido de unos gemidos. Cerró los ojos y comenzó a fantasear sobre cómo sería la otra mujer, cabello largo negro, quizá corto y castaño, de estatura media, tal vez de carnes frondosas. Sabía que el gemido más agudo y recio era de Milenka, el otro, un poco más grave y tímido, era de su compañía. Pegó el oído a la puerta para escuchar un poco mejor y escucho una tercera voz, la de un hombre que le hizo volver de su fantasía. Sintió la ira calentar su sangre y su cuerpo. Apretó sus puños y tomo un largo respiro. Giró cautelosamente la perilla de la puerta y la abrió lentamente.

Enrique se encontró con una escena bastante peculiar. Milenka estaba encima de una bella mujer semidesnuda que tenía los ojos vendados y a la cual le susurraba en los oídos palabras en ruso que al parecer le excitaban. Detrás de Milenka y con una estúpida sonrisa, se encontraba un hombre de edad madura intentando tomarla por las caderas para introducirse en ella; la observaba con un morbo asqueroso, como un total degenerado, y tal era su éxtasis que no se dio cuenta del individuo parado en la puerta.

Los profundos ojos azules de ella miraron a Enrique y le dedicó una cínica mueca de gozo, quién no pudo contener el explosivo sentimiento de repudio que eso le provocó, y tomando por sorpresa al hombre, le rompió el cuello en un sólo movimiento. El hombre cayó hacia un lado de la cama, amortiguado por la suave alfombra azul del cuarto. Enrique, sin algún sentimiento de culpa, lo llevó arrastrando hasta el cuarto de baño y abrió la regadera. El sonido del agua lo relajaba. Necesitaba tomar un respiro y sentirse fresco…

Milenka sabía que él no tardaría en salir del baño totalmente desnudo, mostrando los tatuajes de piel de tigre y jaguar que le abarcaban gran parte del cuerpo y que tanto le gustaban a ella desde que lo conoció en Moscú. También sabía que posiblemente se dirigiría hacia la ventana a encender un cigarrillo y la observaría por un rato tener sexo con aquella extraña hasta unos minutos antes de que terminara el día especial; Sin embargo, algo no iba bien, en el fondo de sus pensamientos aparecía una pequeña llama que creía extinta: miedo.

Enrique salió desnudo tal y como lo supuso Milenka, pero no se dirigió a la ventana y tampoco encendió el cigarrillo. Se sentó cómodamente en el pequeño sillón que había a un costado de la cama, destapó una botella con agua, dio un sorbo y pudo apreciar con más detalle a la mujer de los ojos vendados que yacía descansando en la cama y a la expectativa.

-Milenka, Milenka, Milenka-dijo Enrique-. Ésta ocasión te has portado bastante mal cariño.

Milenka hizo una especie de mueca traviesa y se acercó al oído de la mujer para decirle con un español mal pronunciado que quería presentarle a un amigo. Le quitó la venda de los ojos y lo primero que hizo fue buscar al hombre maduro que habían conocido en el lobby.

-¿Y Rogelio? ¿No se suponía estaría aquí con nosotras toda la noche? Esa voz no es de Rogelio- dijo la mujer-, arrastrando las palabras como si estuviera ebria.- No quiero conocer a otro amigo-, añadió.

Más tardó en decir aquellas palabras, cuando sus ojos distinguieron por unos segundos el extravagante decorado de la piel de Enrique y se percató de que era un tipo apuesto. Echó a Milenka una mirada de complicidad.

-Me llamo Andrea e imagino que te gusta eso de mirar a tu amiga haciendo travesuras con otras personas. ¿Cuánto tiempo llevas allí sentado Papi?-preguntó la mujer.

-No el suficiente como para ver a mi “amiga” estando contigo. Apuesto que el tal Rogelio se acobardó de verlas tan hermosas y de ser tan viejo que prefirió marcharse.

-Pues no lo sentimos así ¿Verdad Mile? De haber llegado antes lo hubieras visto y tal vez se nos hubiesen ocurrido más cosas a los cuatro- dijo Andrea. Mientras para sus adentros pensaba: Rogelio no me haría eso, nunca lo ha hecho.

-Posiblemente, posiblemente las hizo tocar el cielo pero ¿Por qué no dejamos de hablar de lo que pudo ser y me deleitas un poco viendo cómo te tiras a Milenka? Después te enseñaré algunas cositas que te parecerán entretenidas- dijo Enrique sonriendo alegremente y viendo fríamente a Milenka.

La música electrónica le daba una atmósfera distinta a la habitación. Andrea y Milenka comenzaron por entregarse la una a la otra con un suave baile que pronto se convirtió en un apasionado torbellino de besos y caricias. Se mordían los labios con ternura, deslizaban sus delicadas manos por entre sus piernas, sus nalgas, sus senos; jugueteaban a lamerse y recorrerse cada poro de la piel con un increíble danzar de la lengua; de vez en vez, miraban el otro extremo de la habitación donde se encontraba el sillón en busca del espectador y se introducían los dedos en la vagina, alguna dejaba escapar un ligero gemido y la otra respondía de inmediato con algún movimiento para potencializar esa expresión de placer. Realmente era una escena extraordinaria pensaba Enrique, mientras disfrutaba viendo a Milenka con sus veintiún años, sus dos metros de estatura y ese cuerpo de diosa de senos apetecibles y buenas nalgas, de cabello rubio, largo, lacio despeinado y piel lechosa que resaltaba sus ojos azules, intercambiando placeres con una mujer de estatura más pequeña pero también dotada de frondosos senos, un buen culo y una carita madura de ángel, con un desesperante acento fresa pero con la boca llena de palabrería obscena.

Andrea colocó a Milenka boca arriba, le abrió las piernas y fue besándola poco a poco desde los labios hasta la entre pierna. Sacó un poco la lengua y comenzó a lamerle el clítoris e introducir la lengua al ritmo de la música y del movimiento de caderas. Enrique fue sintiendo el despertar de su miembro, se levantó del sillón y caminó hacia donde se encontraban ellas. Andrea sintió como le levantaban el trasero, le separaban las nalgas y una lengua lamía la humedad y el fluido de su vagina con movimientos ligeros que le hacían sentir lo que nunca antes. Dejó a Milenka y opto por arrodillarse en la alfombra para colocar el miembro erecto de Enrique en su boca; se dio cuenta que era distinto a los que había visto, con esa peculiar punta en forma de garra pero que segregaba lubricante como todos. Lo probó y le sabía a frutas. Milenka se arrodilló también y le puso el ejemplo de cómo disfrutar ese miembro tan raro, en qué forma tragarlo hasta la garganta. Andrea hizo que él se vaciara en su boca para después besar a Milenka y compartirle un poco de tibio semen.

Andrea pensaba que con haber hecho eso, aquella pareja decidiría tomar un breve descanso para recuperar el aliento y las energías; eso daría tiempo a que Rogelio apareciera con pistola en mano, ordenándoles meter su ropa en la bolsa negra para tirarla a la basura y sus pertenencias de valor en la maleta, golpeando a la víctima si se las daba de héroe o heroína como muchas otras veces lo habían hecho; Sin embargo, las cosas no estaban resultando conforme al plan de siempre. Primero porque Rogelio estaba ausente y eso no lo había acordado y si acaso era un plan alterno, ¿Cuánto tiempo más tardaría en llegar?; segundo, porque había aparecido de la nada ese amigo o pareja de Milenka en la habitación, del cual no había mencionado nada en el bar y por ello la habían elegido como blanco fácil; Tercero, porque esa pareja parecía no agotarse y Enrique le parecía uno de esos hombres calmados y extraños que no se conformaría simplemente con algo de sexo oral y posiblemente le introduciría ese miembro deforme, que si bien, le causaba curiosidad, tenía que tener la mente clara en su objetivo para que su robo fuera limpio. Todo eso la comenzaba a poner nerviosa.

De pronto sintió a Milenka distinta, nada sumisa, más demandante. No pudo negarse a entregarse de nuevo a las pasiones. Sintió las suaves manos de Milenka tomarla por la cintura, la giró de frente a ella, comenzó a besarla sin parar haciéndose que se recostaran, quedando en una posición cómoda y erótica; se giraron de tal forma que eran un par de números infinitos y perfectos: un seis y un nueve… De pronto sintió algo introducirse en ella. Miró sobre su hombro y vio a Enrique aferrándose a sus caderas, acariciando su espalda, tomando su cabello con una mano y ella… Ella danzando. La lengua de Milenka y el miembro de Enrique le estaban provocando entregarse a un orgasmo, sintió su vagina contraerse y con ello un profundo dolor. Lo que estaba dentro de ella se estaba clavando de tal manera que evitaba pudiera salirse. Podía sentir como pulsaba y ella tenía una extraña sensación de dolor y placer.

-¿Te gusta esto zorra? ¿Te gusta? ¿Verdad que se siente diferente? Te voy a llevar al infierno- dijo Enrique.

-¡Dime como quieras Papi! ¡Soy tu zorra, lo que quieras, pero no lo saques, Papi! ¡ Ahh, ahhh, ahhh ! ¡Termina en mí! ¡Quiero sentirte!-respondió Andrea casi como un chillido.

Sintió algo tibio dentro de ella que se iba escurriendo hacia fuera. Enrique deslizó su miembro hacia fuera y Milenka hizo lo propio con su boca. Mientras la rubia terminaba de pasarse la combinación de fluidos de sangre, lubricante y semen, Enrique se acercó al oído de Andrea y le dijo:

-Lo lamento traviesa, pero hoy es un día especial para nosotros y ya casi termina nuestro día. No lo tomes personal, vaya que eres hermosa, pero así pasa, ya sabes, casual. Y por cierto… ¿Quién anda por la ciudad con una calibre veintidós para robar? Eso de engañar a las personas no está bien. Tan fresita que te veías.

Andrea se aterrorizó al escuchar eso. Fue amordazada, atada de pies y de manos. Unas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas y Milenka le pasó un paño suave para secarlas. Después le dio un beso en la frente, otro en la mejilla y en seguida le clavó una tremenda mordida en el muslo que le arrancó un buen trozo de carne que masticó y se pasó como cualquier otro alimento, Enrique hizo lo mismo con parte de sus dedos. Empezaron por devorar sus extremidades y conforme iban comiendo, iban haciendo torniquetes para mantenerla viva por más tiempo. Andrea miraba aterrada el rostro de aquella pareja de bestias humanas. Sentía dolor, sentía que pronto se desmayaría y que la vida se le terminaría en unos cuantos minutos. Su corazón se aceleraba y las heridas sangraban mucho más rápido. Si hubiera huido cuando se lo propuso no estaría ahorita mirándose así. Tal vez estaría en su departamento de la del Valle preparándose para salir de antro, le habría dicho a Rogelio que lo suyo terminaba y que esta vez iba en serio. Se habría dado un par de líneas para sustituir la adrenalina de robar a extraños.

Milenka le dio un puñetazo, le quitó la mordaza y arrancó la mitad de su lengua. Todavía pudo ver como en un acto romántico masticaban su lengua y se la pasaban entre sus bocas; así mismo, jugaban a embarrarse la sangre, su sangre. ¿Cómo era posible que hicieran un acto erótico con su cena mirándolos? Porque en eso se había convertido, en su cena espectador.

Enrique siempre prefería comer ciertos órganos. A Milenka aún le hacía daño comerlos crudos pero ésta ocasión lo intentaría de nuevo. Eso lo supo Andrea porque los escucho hablar de su “cena” en Moscú y a Enrique tratando de convencerla de que era cosa de que se acostumbrara. El estomago tenía mucho mejor sabor que los riñones pero no se comparaba con el sabor del hígado o del cerebro pero sentir los ojos entre los dientes no tenía descripción alguna. Fuera lo que fuera, Andrea pedía que terminaran con ella de una vez por todas.

Milenka había decidido probar el estómago. Andrea la vio acercarse con una navaja y sintió cómo se la clavó. La navaja no tenía el suficiente filo como para cortar la carne y tampoco era tan larga como para lograr un corte profundo. Así que lo único que le produjo fue un instante más de terror y de dolor. Enrique la miró a los ojos y le quitó la navaja de las manos.

-¡Rayos, Milenka! ¿Cómo se te ha ocurrido que con esto podrías hacerlo? ¡Hubieras probado con el pelón del baño! Lo siento pero ya es momento de terminar con esto traviesa.-dijo Enrique.

Por último, Andrea alcanzó a ver como sacaban el cuerpo de Rogelio del baño y después sintió las finas manos de Enrique tomarle la cabeza. Bastó un azote de su cráneo sobre la cabecera de la cama para terminar con su vida y para poder obtener el tan preciado alimento de sus sesos. Después de un rato Milenka pudo abrir el cuerpo de Andrea y probar de nuevo el estómago.

Salieron del Hotel Latino muy bien bañados como cualquier pareja que se pierde en estos sitios para vivir sus pasiones. Se tomaron de las manos, Enrique abrigó con su sudadera a su gran amor y mientras esperaban le dijo:

-Cariño, tienes que tener más cuidado. La Ciudad de México no es como Moscú. No sabes qué clase de estafadores, delincuentes, degenerados te puedes encontrar. Hay tanta pinche gente loca que puede hacerte daño.

Abordaron un taxi y pidieron al chofer los llevaran a la calle de Regina donde vive Carlos, un buen amigo de Enrique; y claro, no sin antes negociar la tarifa nocturna con el taxista

Enrique y Milenka se quedarán por cuatro meses en la ciudad.

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