Retiró los folios de la mesa después de un largo rato sin ideas. Iba a escribir geniales historias, pero no se le ocurría nada. Recientemente se había mudado a ese sitio de almas pobres, donde el sabia que había inspiración para dar y regalar, y derepente vino: los vecinos discutiendo, tiroteos en la calle, crujidos, un accidente de coche, golpes en las chapas de las tiendas, cristales rotos. La sirvienta sexy entró en la habitación ofreciéndole manjares y cócteles, sabía que la ilusión duraría poco más, se apresuro a volver a las hojas para escribir historias de paranoia…
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