Una noche fría, bajó las escaleras lentamente pues no quería marcharse aunque sabía que debía hacerlo. Abrió la puerta, salió con decisión y se sumió en la oscuridad. Una brisa tenue y helada la acompañaba, antes de irse miró hacia atrás buscando su ventana, pero no lo vio allí, así que se giró nuevamente y continuó avanzando por aquella calle. Por su cabeza solo pasaba el motivo de por qué debía irse de su lado, no quería hacerlo, pero siguió caminando en la penumbra. Iba sola por la calle, no había nadie, salvo sus propios pasos que retumbaban en los patios vacíos. Por fin llegó donde había aparcado, se subió al coche pensando que tal vez esa era la última vez que lo vería, no tenía idea de por qué estaba pensando en aquello, pero tenía la sensación que así iba a ser. Arrancó el motor y se alejó de la única persona que le importaba de verdad. Condujo por una carretera vacía, solo le acompañaba la música y sus pensamientos, no sabía por qué, pero tenía la sensación de que iba a suceder algo.

Aparcó el coche, lo cerró y volvió a andar sola por las calles hasta llegar a su casa, aunque seguía teniendo esa sensación que la observaban. Se detuvo de golpe en medio de la acera, miró en todas direcciones, pero no conseguía ver nada. Lo dejó estar e incrementó el paso, no sabía si era su mente o verdaderamente estaba siendo seguida, pero prefirió no averiguarlo. Llegó al patio, puso la llave en la cerradura y abrió la puerta, pero antes de poder entrar el móvil sonó.
– ¿Si? – contestó, quién le podía llamar a las cinco de la mañana, era muy extraño. Nadie contestó, no oía nada al otro lado, pero tenía la sensación de que alguien estaba escuchando sin decir ni una palabra al otro lado. Colgó y se metió el móvil en el bolsillo del abrigo, este volvió a sonar y esta vez miró el número.
Número oculto, debía de ser alguien que ella conocía, pero no quería que lo supiera, por lo que colgó la llamada sin descolgar. Subió las escaleras del patio y abrió la puerta de su casa, antes de entrar volvió a sonar.
– ¡Quién coño eres! – no sabía de quién se trataba, ni tenía ganas de averiguarlo, solo quería que la dejara en paz. No le hacia ninguna gracia que la llamaran a altas horas de la madrugada y sin saber de quien se trataba. Se fue a su habitación y apagó el móvil, no quería recibir más llamadas impertinentes esa noche. Se quitó la ropa, se puso el pijama y se introdujo en la cama, era demasiado tarde para que la molestaran o demasiado temprano, según se mirara, de todas formas no quería saber nada al respecto, cerró los ojos y se intentó dormir, aunque no le iba a resultar sencillo. No podía dejar de pensar en aquella maldita llamada y sin contar la extraña sensación que tenía desde el momento que se había marchado de su casa y había subido al coche.
Cuando se despertó no sabía ni que hora era, nadie la había despertado. Se levantó de la cama lentamente y miró el reloj, las tres y media de la tarde, estaba claro que ahí estaba pasando algo raro. Encendió el móvil y vio que tenía diez llamadas perdidas de un número no identificado, la había seguido llamando. Lo ignoró y salió del cuarto para saber por qué nadie la había despertado. Recorrió el pasillo y no oía nada, al llegar al comedor descubrió que este estaba desierto, así que miró en el resto de habitaciones de la casa. Finalmente encima de la mesa del comedor descubrió una nota.
– “Volveremos a la noche, tienes la comida en el microondas, siento no haberte despertado, pero es que nos fuimos muy pronto. Besos, mama”. Que bien, se van y no me dicen nada.

Dejó la nota sobre la mesa y se fue a la cocina a ver que le había dejando de comer. Puso la mesa y antes de poder sentarse el móvil volvió a sonar, le
estaba comenzando a desesperar. Se puso delante del escritorio y lo miró, número oculto, fuera quien fuera parecía que no se cansaba de llamar. Pasó de descolgarlo y se lo metió en el bolsillo de la chaqueta y fue a comer, si quería llamar que lo siguiera haciendo no iba a cogerlo.
Cuando terminó de comer decidió llamarlo, si iba a estar sola durante muchas horas tal vez quisiera ir a hacerle compañía, aunque no estaba muy segura, de todas formas lo llamó.
– El móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura.
– ¿Cómo? – se extrañó mucho cuando oyó aquello, era muy raro que tuviera el móvil apagado, a no ser que lo estuviera cargando. Colgó y se fue a su cuarto. Encendió el ordenador y miró a ver si se encontraba conectado, pero no lo estaba. En eso el móvil sonó nuevamente, comenzaba a ser desesperante o dejaba de sonar o terminaría estampándolo, pero esta vez la llamada si que estaba registrada. Era él, al menos no volvía a ser el número pesado de antes.
– Hola.
– Hola.
– ¿Cómo estás? – le preguntó, pues su voz sonaba a preocupación.
– Bien, aunque hay un número que no deja de llamarme y no sé quién es, pero bueno, ¿te gustaría venirte? – le preguntó sin andarse con rodeos, era lo que realmente quería.
– ¿Ahora?
– Si, estoy sola y no sé cuando vendrán, ni siquiera me han despertado cuando se han marchado, así que si quieres venirte puedes – sólo esperaba que le diera un sí como respuesta, si no se pasaría muchas horas allí sola, a no ser que se fuera ella a su casa.
– De acuerdo, pero tardaré bastante en llegar.
– No pasa nada, te espero aquí. Hasta ahora – bien, no iba a estar sola durante tanto tiempo, ahora solo tendría que esperarlo. – Besos.
Colgó el teléfono y nada más lo hizo volvió a sonar, se estaba comenzando a enfadar de oírlo. Lo descolgó y escuchó, tenía que tratarse de alguien que conociera y no quería que ella lo reconociera, pero aquello ya era demasiado.
– Se quién eres y estoy cansada de que me llames, más te vale que pares de una vez – intentó sacar valor, pero sabía que su voz no sonaba para nada a ello, aunque no sabía que más hacer para conseguir que la dejara en paz de una vez.
– ¿Y si no lo hago? Al escuchar aquella voz colgó por instinto, por su cabeza había pasado ese nombre, pero no esperaba que fuera realmente él, no después de tanto tiempo. Dejó el móvil en silencio y se fue a fregar.
Miró el reloj, se retrasaba, se fue a su cuarto y puso música, tal vez así se le pasaría el tiempo más rápido, pero lo único que vio fue como el móvil no dejaba de vibrar encima del escritorio, estaba claro que no iba a dejar de llamar y no podía seguir así por más tiempo.
– ¡Ya basta! Estoy harta de que me llames, no sé que quieres, pero me da igual, ya no hay nada – si realmente era la persona que ella pensaba, lo único que se le ocurría para que dejara de llamarla era mandarlo a la mierda en pocas palabras.
– Nunca podrás escapar y lo sabes. Se quedó parada, no era la misma voz que antes, alguien le estaba haciendo una broma, la cual poca gracia tenía. No sabía quién podía ser, pero aquello estaba comenzando a ser una auténtica pesadilla, no podía soportarlo más.
Volvió a mirar la hora, ya había pasado más de una hora, así que cogió el móvil y lo llamó. No recibió respuesta, lo intentó nuevamente, pero sin cambiar nada. Se estaba poniendo nerviosa, él no venía, el móvil no paraba de sonar con un número extraño y cada vez era una persona distinta, sus padres no estaban y en esos momentos deseaba estar en cualquier otra parte que no fuera su casa. Comenzó a dar vueltas por toda la habitación, hasta que el timbre de la puerta la sacó de sus pensamientos; no se lo pensó mucho y fue corriendo para ver si era él. Recorrió todo el pasillo y al estar frente la puerta abrió sin mirar, pero al hacerlo no había nadie, ahora si que no entendía nada, todo aquello comenzaba a ser demasiado raro.

Cerró la puerta y volvió a oír el timbre, esta vez se detuvo delante de la puerta observándola, temía volver abrir y que no fuera nadie nuevamente, así que antes miró por la mirilla. No veía a nadie, pero tenía la sensación contraria. Se alejó de la puerta sin dejar de mirarla y volvió a su dormitorio teniendo una sensación muy rara en el cuerpo, debía lograr hacerse con él. Vio como el móvil seguía vibrando encima de la mesa, lo cogió y lo colgó. Marcó su número, no podía ser que se retrasara tanto, era del todo imposible y esta vez si que sonó.
– ¿Se puede saber dónde estás?
– De camino, me deben faltar unos diez minutos como mucho – le contestó entrecortadamente.
– Vale, pero ya ha pasado más de una hora.
– Lo sé. Ahora mismo estoy allí.
– De acuerdo – su voz le había sonado a que venía corriendo desde la estación, seguramente no se había esperado al transbordo y venía desde allí.
Al menos había conseguido hacerse con él, en diez minutos dejaría de estar sola, pero según parecía iban a ser eternos. Apagó el móvil, estaba cansada de verlo vibrar continuamente y se puso en Internet a buscar alguna cosa que la distrajera. Estuvo largo rato mirando imágenes, noticias, chistes, pero no lo lograba todo le llevaba a pensar en el móvil y en la persona que la llamaba continuamente. En eso vio que tenía un correo sin remitente, lo borró y lo cerró, pero en lugar de cerrarse apareció otro y en este ponía su nombre y una fecha. No entendía nada, pero no lo iba a abrir y lo borró sin pensárselo mucho. Oyó la puerta, por fin había llegado después de tanto tiempo. Fue corriendo a abrirla y al hacerlo…

Al cabo de diez minutos llegó a su patio entró y subió las escaleras que llevaban a su casa. Al llegar al rellano descubrió la puerta abierta y eso le hizo sospechar que había pasado algo. Entró sin pensárselo mucho, por su mente estaban pasando demasiadas cosas y ninguna de ellas era buena. Fue corriendo a su habitación y encontró el ordenador encendido y el móvil apagado, se acercó al monitor y vio que tenía un correo. Lo abrió y miró las primeras líneas.
– “Gracias por haber venido a por mí, pero ahora ya es demasiado tarde. La noche que me fui de tu lado no lo tendría que haber hecho, pues fue el último momento que te vi. Ahora me arrepiento de haberme marchado, si no lo hubiera hecho tal vez las cosas serían totalmente distintas en estos momentos. Jamás podré regresar a tu lado por mucho que lo desee. Siento todo lo que he podido hacerte, las discusiones y los malos momentos, siento no haberte podido ver una última vez, perdóname, ya no volverás a preocuparte por mí nunca más. Te quiero”.
No entendía ni una sola palabra de las que allí habían escritas, cómo que la noche que se fue era la última, no tenía sentido, había hablado con ella no hacia ni diez minutos y estaba perfectamente y en cambio ahora no la encontraba por ningún lado. No dejaba de mirar una y otra vez lo que terminaba de leer, sin poder creérselo realmente, en eso el móvil se puso en marcha y comenzó a vibrar. Lo cogió y contestó.
– ¿Si? – no sabía muy bien quien estaba llamando, pues había sido registrada como número oculto.
– Lo siento, debí hacerte caso.
– ¿Cómo? – se quedó muy desconcertado, era imposible que fuera su voz, estaba soñando o todo aquello era una broma de muy mal gusto.
– No volví a casa, no pude hacerlo y eso me conllevó a, bueno, ya da igual.
– ¿Qué quieres decir con eso? – debía saber dónde estaba o cómo encontrarla, no quería nada más, sólo volver a estar a su lado.
– No importa, no fue nada, solo quería despedirme de ti y escuchar tu voz una última vez. Gracias por haberme hecho feliz todos estos meses, ya no puedo volver…te amo.
– Deja de llorar y dime donde estás. No me hace ninguna gracia esto, ¡contéstame! – se estaba desesperando, lo único que escuchaba eran sollozos. Y antes de poder ni siquiera saber donde se encontraba la llamada se había cortado, oyó ruidos en el comedor y fue a mirar quién era. Le costó bastante abandonar su habitación y todavía más recorrer el pasillo que conducía al comedor, no podía imaginar que terminaba de hablar con ella y que no la hallaba por ningún lugar.
Al llegar al comedor descubrió que sus padres acababan de entrar por la puerta y por la cara que traían, no parecía que fueran a darle buenas noticias.
– Hola – intentó contener las lágrimas, pero tenía que preguntárselo, era la única forma de saber donde se encontraba.
– Hola, ¿qué haces aquí?
– Me ha llamado Ana y he venido, pero no está en casa – ya se estaba suponiendo lo peor, ver a su madre llorar no era buena señal.
– Cariño deja de llorar.
– ¿Qué ha pasado?
– Nos llamó la policía y nos dijo que encontraron su coche en medio de la carretera con las llaves puestas y el motor en marcha, pero sin rastro de ella.
– ¿Qué? Hace diez minutos que he hablado con ella, no es posible – no podía asimilar lo que terminaban de decirle con la conversación que había tenido lugar hacia solo unos instantes antes.
– Fuiste el último que la vio, ahora no sabemos dónde está y aunque no queremos perder la esperanza, solo podemos pensar en lo peor.
Era incapaz de creerse lo que terminaban de decirle, se fue por la puerta y no dijo nada al marcharse, sin darse cuenta que se había llevado el móvil con él. Bajó las escaleras lentamente y al abrir la puerta del patio para irse la sintió, estaba seguro que era su perfume, lo reconocía perfectamente.
– Te querré siempre.
Oyó aquel susurro salir del móvil, pero cuando fue a mirarlo la pantalla estaba apagada y al girarse sintió aquella fragancia, pero al darse la vuelta allí no había nadie, salvo las escaleras. Se quedó mirándolas, pues hasta hacia un momento las había subido para estar junto a ella y ahora las terminaba de bajar para marcharse.

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