Susana esperaba, como cada año, traía una vela en la mano, y estaba en formación con otras personas esperando poder salir. Hoy es 2 de Noviembre y sólo por hoy le permiten regresar al mundo mortal para visitar a sus seres queridos. Sólo por hoy podrá ver de nuevo a su amado Ricardo. Sólo hoy puede estar con su madre y hermanos que la esperan con ansia.
A lo lejos, escucha sonar las campanas de la iglesia y en ese momento todo inicia. La puerta que la separa en el inframundo rechina y se empieza a abrir, la vela que sostiene cobra vida y todo se ilumina.
Los peregrinos empiezan a andar, el olor de las flores de cempasúchil y del incienso inundan todo, mostrándoles el camino a casa. Con cada paso hacia el cementerio, el camino se ilumina más y más, su estómago ruge cuando huele la exquisita comida que los visitantes han traído.
La puerta del panteón se abre para que pasen. Poco a poco los peregrinos se alejan de la formación para reunirse con sus familiares.
—¡Soy un olvidado! Nadie vendrá a verme este año —susurra Alejandro a su lado con mirada triste, una lágrima rueda por su mejilla y va a dar hasta el suelo. — ¿Ha venido tu familia, Susana?
—No los veo, tal vez se les ha hecho tarde. Cada año, desde hace 3 años vienen a verme.
Los peregrinos se dispersan y los olvidados se dirigen a sus lápidas, deben esperar a que termine el día para que puedan regresar al inframundo.
Susana se sienta en su lápida y se recarga en una cruz de cantera rosa donde con lágrimas en los ojos lee su epitafio.
«Cuando nací, todos reían y yo lloraba. Viví de tal manera que cuando morí, todos lloraron y yo reí. Susana García, amorosa esposa e hija»
A su alrededor la mayoría de sus compañeros compartían con sus familiares comida y bebida. Sus lápidas estaban adornadas con flores, velas y hermosos altares. La de Susana no, ella estaba sentada en una obscura y fría lápida.
—¿Cómo pudo Ricardo olvidarme? —susurraba una y otra vez.
Las horas pasaban, y ella seguía sola. Cuando su vela se consuma por completo será tiempo de volver. Tendrá que esperar un año más para volver a este mundo. Los olvidados que no quieren desperdiciar el día, están planeando salir al pueblo y asustar a las personas que no fueron a visitarlos.
Susana solo espera la hora para volver. A lo lejos ve una persona que se acerca a su tumba, trae una vela con la que ilumina el camino pero ella no se molesta en mirar. El visitante se sienta a su lado, y empieza a preparar un altar, ha traído flores y comida también.
—Hola Susana —dice una voz familiar.
— Hola, ¿Quién eres?
La saluda un hombre calvo y extremadamente delgado, luce cansado, va pulcramente vestido de blanco y luce numerosas marcas en el cuello y brazos.
—Ricardo, mi amor. ¿Eres tú? —pregunta titubeante.
—No podía dejar de venir a verte. —ella se abalanza y le rodea el cuello con los brazos.
—Pensé que te habías olvidado de mí —dice entre sollozos
—¿Cómo podría olvidarte?, hoy es tu cumpleaños, ¿no lo recuerdas?
—No creo que siga siendo mi cumpleaños.
—Pues para mí lo es, yo sigo festejándolo porque un día como hoy, nació la persona, más importante de mi vida.
—También un día como hoy la perdiste.
—No me lo recuerdes, el tipo que causo tu accidente sigue en coma, debería haber muerto él.
—No pienses en eso amor, disfrutemos el poco tiempo que nos queda para estar juntos.
La vela de Susana rápidamente se terminó, indicando la hora de marcharse. Los peregrinos se despiden y se alejan de sus lápidas regresando a la formación. Los olvidados, entre ellos Alejandro, han regresado del pueblo y también se forman, prometen hacer lo mismo el próximo año.
—Tengo que irme —susurra Susana tomando la mano de Ricardo.
—No tenemos porqué separarnos.
—Sabes que no me puedo quedar cariño.
—No estoy pidiendo que te quedes. ¿No has visto que yo también llevo una vela como la tuya?
—Pero, ¿qué te ha pasado?
—No soporté estar solo.
—¿Que has hecho? ¡No puedes morir! —las lágrimas agolpan sus ojos mientras se aferra a su amado
—No quiero amarte sólo un día. Preferí morir, que seguir sin ti.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS