Historia de una fusión

Historia de una fusión

D Carles ML

23/04/2017

Todos los días lo mismo.

Las piezas de la caza de ayer, colocadas en fila para su limpieza y despiece.

Llueve y los olores del triperío se mezcla con el de los caldos de hierbas aromáticas, el humo de la leña mojada nubla la cocina y se tropiezan unos con otros.

– Vamos, vamos señoras apuraos por dios, que os pilla el mediodía.- grita como cada mañana.

Ahora el cerdo, luego los trozos de buey, estos bichejos con las almendras, el pan de porridge para los sops, los arenques rebozados en hierbas, las mieles para los postres, todo en un batiburrillo que enloquecía al maestre que corría de una punta a la otra.

– ¿Qué se servirá hoy maestre?

– Hoy… hoy haré mi ilusión y sueño. Dejadme que prepare las carnes del plato principal, mientras vosotras elaboráis las guarniciones, el pan y los postres, que no falte la buena bendición de la pimienta en el cisne y no olvidéis de fregar bien las escudillas y cucharas, ¡que brillen como los ojos de la Condesa! ¡Ah! Y sacad estos perros flacos de mi cocina… o no, dejadle a uno, solo uno.

La mesa estaba puesta y tras los entremeses que bailaron e hicieron de monos, cada doncella quitó las escudillas y se colocaron las tablas para las carnes. De las sobras un mozo ayudante preparó el plato limosnero para los pobres que rondaban el patio trasero.

El maestre sacó del horno humeante una enorme fuente con un cochinillo en el centro, gordo como una ballena, dorado como el atardecer de verano, rebosante de grasas y adornado con cuatro patos asados, cada uno con una fruta diferente.

Los comensales sacaron los cuchillos de sus fajas, relucientes y ávidos de cortar la comida principal, tanto como de hundirse en las carnes del enemigo.

El momento de gloria merecía un brindis, se alzaron las copas de metal y se dijeron las bendiciones por la comida dada por los cielos. En la cabecera del tablón, el cura asintió con su cabeza y un amén en medio de un eructo, que se consideró como el preámbulo de la comilona.

Las damas estaban ausentes y los caballeros rugían por un trozo del plato principal.

El anfitrión se puso de pie y blandiendo su daga, tronchó por la mitad el abrillantado cochino.

El relleno se hizo ver, el asombro inundó las bocas con salivas agrias, los ojos se abrieron como platos, algunos verduguillos cayeron de las manos.

Dentro y como adobo único y principal, la cabeza del perro asomó su hocico.

– ¿Qué es este… esta cosa Maestre? ¿Qué asquerosa cosa nos habéis servido hoy?

– Esto es lo que he llamado cocina fusionada, mezcla de las mejores carnes que he hallado, mi plato estrella, su merced.

El Chef Abraham no fue el primero que la utilizó, la cocina fusión nació entre los romanos hace 2000 años.

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