Mi plato predilecto

Mi plato predilecto

D Carles ML

23/04/2017

Todas las mañanas hago la misma rutina.

Miro el tiempo, observo el mar, me inspiro.

Hoy no es igual, hoy ya no estás aquí, conmigo.

Contemplo el mar y hoy serás mi musa.

Voy al mercado, te huelo otra vez.

Recorro los puestos en busca de los óleos de mi próxima pintura.

Grosellas rojas como tus labios, los cojo.

Apios verdes como tus ojos, los llevo.

Carnes suculentas, recuerdo tu cuerpo, lo cargo.

Uvas frescas y negras, tus rizos, tu cabellera, las porto.

Melocotones sensuales, tu sexo, los prefiero.

Hierbas de mil perfumes, tu perfume, son mías.

Castañas relucientes, como las que compartíamos, les hago lugar.

Arroz salvaje, como fue lo nuestro, pongo un saco.

Extraño tu voz entre las ciento que gritan su mercadería.

Quesos curados, sus aromas me llevan a tu Italia, me los llevo.

Siento la falta de tu consejo, tu crítica al final del plato.

Ajos tiernos, la ternura con que me mirabas, los agrego.

Cebollas moradas, cuántas veces tus ojos lloraron la nostalgia, llevo una bolsa.

Ciruelas pasas, tanto que te gustaban en mis guisados, les porto.

Añoro tus manos rozando las mías entre platos y cacerolas.

Mieles de eucaliptos, dulce y perfumada como tu piel, una tarrina.

Regreso a nuestros fuegos, todo está listo para mi obra.

Corto, despiezo, pelo, adobo, limpio, descarto, hiervo, salto en aceite burbujeante como tu risa, salo, aromatizo, rebozo, cuezo en la paila, horneo, gratino, te has dio pero sigues aquí y te comento como si me oyeses, el agua borbotea esperando las legumbres, solo un blanqueo no te pases que no quedan crujientes, me decías.

Tengo los elementos dispuestos en la encimera.

Busco la mejor de las fuentes, los perfumes se abalanzan sobre mí, y estás allí observando que no me equivoque esta vez.

Pido la vajilla decorada, esa que tú elegiste para el comedor.

Un plato verde pastel, muy pálido, tanto como fue tu tez el último día.

La carne en el centro formando un perfecto espiral, sobre las tierras de almendras torradas, las ciruelas pasas salteadas con las hierbas y un puntilla de ajo a la izquierda, cuatro verduritas solo escalfadas a la derecha, el verde apio, tus ojos, entre las negras pasas, profundidad y lejanía en las que me hundía al mirarte.

La salsa roja, tu boca deseosa del beso robado entre una cocción y la freidora, con cuartos de uvas y cebolla caramelizada, son hilos que corren desde los bordes del plato hasta el centro de las carnes. Tus caricias al paso.

El medio melocotón regado por una reducción verde de jerez y sus propios jugos, sostiene a dos costillas asadas, te necesito y aún no sé porque decidiste irte.

Le he preguntado al mar esta mañana, pero enmudeció ante mi pena.

Los platos están terminados.

Me siento en la mejor mesa, con el mantel que guardábamos para las ocasiones especiales.

Miro el mar y te veo.

Comienzo a comerte, ya no te irás de mí.

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