Puedo, por fines más allá de lo sexual, insano y loco que esto suene, ¿darte un beso?

Ella me miró con esos ojos sombríos, y me puso esa sonrisa que tanta envidia le tenía mi poesía.
Guapa como todas las mujeres que alguna vez me dolieron,
Mágica y perversa como un sueño húmedo.
Se acercó a mí en completo silencio,
La luz tenue la acompañó discreta entre sus pasos felinos
-Ese es un nuevo floro. -Dijo.
Y de inmediato abrió esa boca,
Recipiente de centellas…
La tenía tan cerca como siempre quise,
Mezclándome entre su respiración y saliva
Atesorando cada segundo en el que me iba enredando en su lengua exquisita
Como esa pieza faltante que nunca me dio señales de vida hasta entonces.
La tomé de la cintura,
Sus curvas aterciopeladas y amenazantes me invitaban a perder la línea recta de cualquier camino
Tres poemas me revolotearon en la cabeza,
Describiendo a detalle su rostro, su anatomía, la bella casualidad de encontrar, no a mi infierno,
Sino a la mujer que me guiaría hasta él,
Las palabras fueron a pasar al carajo,
El hambre por más de aquel recorrido de su garganta Por dentro y por fuera era algo que no entendía de ellas,
Sino de sensaciones, de movimientos, de frenetismo, de placer sin cansancio.
Ella, prescindiendo de ambos, de mi capricho infantil,
Se separó y me dijo con voz hipnótica.
-Ya, no te pases de goloso…
Se volteó para ir por sus cosas, y me tomó de la mano hasta su paradero.
Yo abandonaba el hecho de salir de aquel trance.
Me sentía como un idiota, como ese poeta sumiso que le gustaba moverse alrededor de sus caderas
Ella solo sonreía desafiante, tierna y preciosa
¿Qué sentir por alguien quien lleva un cartel de PELIGRO en la frente?
Siempre que se lo preguntaba solo sabía darme otra sonrisa como respuesta,
Una que solo sabía ahuyentarme los paradigmas y acercarme a las ganas.
-Nos vemos pronto. Piensa en la pregunta que te hice, eh -Me dijo antes de irse en aquel auto negro y perderse a lo lejos.
Caminé en compañía de un cigarro hasta casa mientras pensaba en su lengua, y aquel laberinto de placer que me hizo subir y bajar, volar y caer,
Como en aquel juego extraño en el que ella siempre tendría ventaja.
Pensé en la canela, a eso sabían sus labios,
En la primavera, eso tenía en sus ojos.
En el pecado, todo su pequeño ser…
-¿Y tú que quieres lograr conmigo? -Le di vueltas a su pregunta hasta la puerta de mi departamento.
Comprendí entonces que ella, en mi vida, era ese tipo de episodios que transcurren con esa fluidez diferente a toda la cotidianidad de esta ciudad grisácea.
Quizá suene estúpido, pero la respuesta se negaba a llegarme.
Me exigía otro infinito en sus labios,
Y de uno u otro modo,
Yo también…

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