Amo el Servicio Postal

Amo el Servicio Postal

Cristina Lobo

13/12/2019

Al llegar a casa hoy, María tenía las luces encendidas. Yo había aparcado lejos, a unos 15 metros de la suya, en mi puerta, así que la llamé por teléfono.

Ella estaba viendo una película de Almodovar, agotada del día anterior y de esta pequeña semana con síntoma postvacacional.

Me apetecía tomar algo, el día había sido deprimente. El dolor de cabeza, el desánimo y el dolor de vientre bailaba entre un compañero y otro en el trabajo. La pelota me tocó a mi, a primera hora de la tarde. Rezaba por salir del pequeño psiquiátrico en el que se había convertido la jaula.

Pensé en llamar al rancio al llegar, mi vecino Alfredo Jesús, pero supuse que estaba en la gasolinera ya que tenía las luces apagadas. Tenía ganas de dar una vuelta, así que me senté, vi el concurso de micro-relatos y le escribí una postal a mi amigo. Hoy no tenía ganas de amar a nada y se me habían quitado las ganas de tomar un par de cervezas.

Mientras pensaba en cómo afrontar el relato, saqué la pizza del congelador y encendí el horno. Esta mañana había comido pasta y mi madre hace unos días me comentaba de por qué no ir a Roma.

Todavía resta un poco de sopa de cebolla en el bote con el que se me cortó la digestión al llegar del viaje. Mi madre, es una Santa.

La Virgen del Carmen, es la de los pescadores, por eso estoy en el mar, rodeada de brisa y de silencio, echando de menos la montaña y pensando en algún día volver, pensando en cuándo volver y si volveré algún día.

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