Ella y él.

Ellos dos se habían conocido, pero por diferentes circunstancias la vida los alejo, aun así, el recuerdo perduro.

A él le gustaba recordar, y con dicho recuerdo creaba un porvenir. Descubrió que lo más vívido del recuerdo de ella era su sonrisa y concluyo que aquel hombre que no entiende el poder de una sonrisa es porque ninguna mujer le ha sonreído de verdad.

A pesar de que ella también lo recordaba, olvidaba fácil, y la espera impaciente de sus ideales del presente la obligaban a abandonarlo definitivamente.

El fantaseaba con un porvenir prometedor. Ella, indiferente, lo olvidaba ajustándose a la rigurosa medida del presente.

Lo que él ignoraba es que dicho porvenir se creaba ahora, pero él, por pensar en un ensueño, se olvidó de vivir el presente.

Ella, mientras tanto, se engañaba de verdad. Pues en su fácil olvidar ignoro que él se había escondido en su corazón y ella se negaba aceptarlo.

Así, los dos se fueron olvidando sin olvidarse de verdad, se intentaban recrear, pero sin encontrarse en realidad, y se negaron a confiar en su recuerdo que vivía en el presente y marcaba su porvenir.