Lo cantó Billie Holiday.

Lo cantó Billie Holiday.

Lo cantó Frank Sinatra.
Lo cantó Chet Baker.
Lo guionizó Subiela.

Es ese sentimiento
tan frío como una espada,
que hiere pero no mata.
El arte de necesitarte.

El desastre de necesitarte
que conquista
mi salón,
que sienta en el corazón
como una ráfaga
de balas.

Que obliga a sacar mi carta
desde el fondo
del cajón,
que provoca en la pasión
la imaginación
de sus alas.

No entiendo porqué.
Quizás no debí conocerte.
Me pregunta la razón
qué hubiese sido aquel viernes.

Si tu voz no hubiese entrado
arrasando la ciudad.
Si tu rostro solo fuera
un recuerdo de lo olvidado.

Quizás si eso hubiese pasado
me cruzaría contigo
sin pensar
que eres mi destino,
una mirada más
del camino.

Nos encontraríamos un día
y yo nunca
averiguaría
las maravillas que guardan
esos ojos
que no me miran.

Por suerte o por desgracia,
arrasaste la ciudad,
y el paisaje me gustó,
dejando atrás un quizás.

Por más desgracia que suerte
siento que te necesito,
que mi amor es anterior,
D.G. aún solo era un niño.

Y es que ya lo cantaron tantos,
que me da
casi vergüenza,
ser uno más condenado
por el Dios
de la torpeza.

Por tantos ha sido escrito,
y aún así,
siempre es bonito,
sentirme idiota por necesitarte,
siendo mortal
y tú, infinito.