Su remera blanca y su pantalón azul que lo hacen parecer cada vez más a un jardinero. Pero yo no sé cómo se ve uno en realidad, tan solo pienso que lo es.

Mis labios estaban rojos cuando pasé frente a él. A propósito por cierto. Mis labios estaban rojos y él me saludó por primera vez. ¿Acaso debo pintar mis labios de rojo cada vez que vaya a pasar frente a él? Por el saludo, digo. Qué se supone que debes contestar cuando te dicen <> ¿Tan sólo «chau» como yo? Oh por dios, se me pierden las palabras en su mirar. Se vuelven tontas y disminuyen como una sopa de letras en mi boca.

Mantengo mis ojos en las líneas de su piel, buscando sus arrugas para descifrar cuánto lleva pisando la Tierra. Es el jardinero de la seducción ahora, el jardinero de otro, pero… ¿Cuándo será mío?

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