Desde la mala experiencia que tuve cuando me enamoré de un chico me prometí a mi misma nunca más enamorarme de nadie… pero esto fue hasta conocerle: ese chico tan a mis ojos ‘perfecto’, con ese carácter tan único y esa sonrisa tan suya que me logró enamorar.

Aquel mayo comenzamos a salir, parecíamos uno y no dos, nos complementábamos a más no poder. Pero, poco a poco, comencé a conocer la versión originar de él, no era quien me había hecho creer que era. Quizá fue la venda que tenía puesta en mis ojos la que me hizo estar ciega de amor y ver lo que no tenía que ver. Comencé a ver una versión tan distinta a la del comienzo que al principio no le di ni importancia pues pensaba que unos deslices los tenía cualquiera y poco a poco, esos deslices se convirtieron en grandes montañas rusas las cuales comenzaron a afectarme de una forma distinta.

Los meses pasaban y mi dependencia hacia él crecía. Mis amigos me preguntaban que qué me pasaba y yo, haciéndome la sorda y la muda, les decía que nada.

Tres años y medio tardé en darme cuenta de que eso no era amor del bueno, que esas lágrimas y heridas que sentía en mi interior no era lo normal y que me tenía atrapada con él. No sabría decir cuando comenzó todo porque, a mi parecer fue todo tan lento que cuando ya me percaté para mi ya era ‘demasiado tarde’.

Hoy vengo a contar mi historia por si a alguien le sirve de ayuda y le da las fuerzas necesarias para poder alejarse de esa persona cuanto antes, esas fuerzas que tuve que sacar yo por mi sola.

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