Debo de ser profeta.

Debo de ser profeta.

Miguel R.

21/11/2019

Debo de ser profeta

y nadie me lo dijo.

Maldito mi poder

de predecir el desastre,

que me llena de miradas tristes

y de mil desplantes.

Yo, como buen oráculo,

te recibí en mi templo.

A la primera voz

pude adivinar

mi amor futuro a tí

y nuestra triste despedida.

Y tú, como buena mortal,

inocente y pura dama,

te acercabas

y mirabas

sin entender el porqué

de mi silencio.

Sin saber que cargo dentro.

Sin entender mis ojos,

me hablabas y te reías.

Y yo, que ya he leído el libro,

te seguía aquel juego

que estábamos destinados a perder.

Tú, con lápiz y cuaderno,

escribías sus capítulos

como quién conoce la libertad.

Yo, que no te interrumpía,

resistía el llanto

en cada punto suspensivo dibujado.

Maldigo mi poder.

Desearía dejar de ser ciego,

para poder ver.

Tú notaste mis lamentos con el tiempo,

y sin saber qué hacer,

también guardaste silencio.

Triste oráculo de Delfos.

Nadie desearía su vida.

Rodeado de puertas sin salida.

Viviendo una muerte,

que ya vivió

al nacer.

Mi última profecía para tí

es que te alejes

de los hombres tristes con poderes.

Que te acerques al futuro incierto.

Que vivas con aquel,

que no conoce aún su entierro.

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