Ahora que el final
se presenta en mi felpudo
puedo decir,
con una amarga alegría,
que fue un placer conocerte
y aún más,
creerte mía.
Ahora que me siento
más idiota
que de costumbre,
he de admitir
que me encantó
secar mis trapos sucios al sol,
y al fuego, de tu efímeridad.
Te agradezco
a tu recuerdo
presenciarse, cuando el cuerpo
se encontraba
vacío y roto,
y provocar terremotos
en los cielos del averno.
Por las nubes
que creaste
en un charco de ojos,
y hacer crecer
las flores
del jardín, donde la muerte,
regaba con pies de plomo.
Gracias por todo
y por nada.
Por tu sombra en mi presencia,
nuestro silencio
reinante,
que provocaba en mi futuro
un oasis de alcohol y cama.
Fue maravilloso.
Entiendo que quieras irte
de allí
dónde no estuviste.
Buscaré hoguera a mis trapos.
Agua nueva a mí jardín
dónde la muerte volvió para regar con pies de plomo.
OPINIONES Y COMENTARIOS