Las noches oscuras a mis ochenta años

Las noches oscuras a mis ochenta años

Mi nombre es Carmen: Me he ido metiendo en años sin apenas darme cuenta. No voy a quejarme de este largo y corto viaje, por el que el destino me ha ayudado a pasar.

Sentí la soledad desde el principio de mi existencia, ya que al ser hija única, conozco muy bien lo que supone jugar a solas durante tu niñez, luego, recapacitar mucho con tu interior al llegar la adolescencia, sin poder compartir ilusiones, ideales que tenías más que con tu yo.

Nunca me faltó comida en la mesa, pues mi querida madre siempre atenta con su delantal, se ocupó que no escaseara.

Sentía afición por la lectura, aunque no demasiada, pues mi energía corporal me pedía tener mi cuerpo en continuo movimiento.

Mi niñez, la pasé en la calle compartiendo toda clase de juegos con amigos. Me asustaba tener que encerrarme en mi hogar, una casa grande, silenciosa, con un abuelo de grandes bigotes canosos, el cual, no cesaba de dar vueltas y más vueltas a través de aquel largo y ancho pasillo y al que no le gustaba le distrajera con mis interminables preguntas infantiles.

Durante mi pre-adolescencia me interesaba la poesía, destacando por mi forma de declamar en las actuaciones teatrales de mi colegio. También, el pintar distraía mi imaginación, nada más que al no disponer de pinceles, ideaba fabricarme uno con un mechón que cortaba de mi pelo que lo sujetaba por medio de un hilo .a la base de un lápiz. De pintura hacía un vaso con algo de vino, en el que untaba mi pincel artesanal, dibujando pequeños paisajes o figuras. Necesitaba hacer algo para mover mis articulaciones, energía e imaginación.

Desde entonces, he acumulado muchos otoños y primaveras, donde mi imaginación se deslizaba contemplando los montes cercanos a mi casa, cuando las hojas caducas habían formado espesas y hermosas alfombras multicolores y los pájaros nos abandonaban. También muchas primaveras en las que el murmullo de éstos colaboraban a paliar mi soledad y donde las alfombras mullidas de las hojas desaparecían por efecto del viento.

Como a casi todos,me llegó el momento en que me casé muy enamorada y fruto de ese amor tres varones vinieron. Ya no había soledad en mi alma, sino demasiado ajetreo. Con su llegada, nuevas cargas surgieron, peleas entre ellos, mucho delantal para servirlos. Se olvidaron las poesías, ya no necesitaba asomarme al ventanal para contemplar las hojas caídas ni el abandono de los pájaros, mis hijos lo llenaban todo. Más, sin apenas darte cuenta, nuevas primaveras y otoños me iban envolviendo a una velocidad vertiginosa.

Lo que tenía que pasar pasó y mis tres varones decidieron dar rumbo a sus respectivas vidas. Para mí resultó muy duro, hubiera deseado tenerlos conmigo hasta la eternidad.

En muchos momentos, me venían a la mente las ocasiones en las que todos juntos disfrutábamos de nuestro mar, aquellos bellos días cogiendo cangrejos entre las rocas, mientras el oleaje de la playa de Gaztetape iba subiendo cubriendo nuestras huellas sobre la arena,mientras las gaviotas revoloteaban sobre las olas con sus juegos, completamente libres, dejando luego sobre la arena las pisadas de sus finas y largas patitas.

Pasaron unos cuantos años y mi marido y compañero terminó su camino. Fue entonces, cuando la soledad se me echó encima como una losa,

Intento sobreponerme a esta soledad y volviendo al pasado,me complazco plasmando sobre una hoja de papel mis impresiones. Todavía los nervios de mis manos me ayudan para pintar sobre un lienzo, más o menos, las escenas de mi niñez, nada más que ahora dispongo de infinidad de pinceles y tubos de óleo,

Más al crepúsculo de la noche, mis ojos inútilmente abiertos, se extiende la noche profunda,vacía.Entonces, sin poder evitarlo, mi corazón bombea de miedo. Quiero intercalar en mi alma sentimientos de gratitud, de paz. Enciendo la luz de mi alcoba para ver si con su aparición, puedo divisar en las paredes el azul del cielo, pero la noche sigue imperturbable, negra y sin consuelo. Van pasando por mi mente las Imágenes de mis seres queridos, aquellos que tanto supusieron para mí, las voy poniendo en fila y le pido al Señor que puedan estar todos juntos.

Pero es inútil, la noche machacona aparece todos los días y hora aproximada. De nuevo intento sobrevivirla, no tardará en amanecer, entonces a lo mejor ya no me encontraré tan sola.

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