Siempre me separan pasos
y kilómetros de circunstancia
en el camino a lo que ansío.
Del pensamiento a la palabra.
Realidad y deseo.
Qué razón tenía Cernuda.
Me estrello en esos muros
que saben a carne cruda.
Si las nubes no me tapan.
Si el viento no me da abrigo.
¿Cómo decir que estoy vivo,
si el enemigo no ataca?
Desde la cornisa,
está asomado el olvido.
Enfrente se sienta el tiempo
a esperar a su viejo amigo.
Y en el centro de esa calle
me hallo yo
que ya hablo solo.
Y vivo allí,
pero así al menos
tengo quien oiga mis lloros.
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