La era tecnológica

La era tecnológica

Andrea Pereira

17/10/2019

Flaviana teje, observa desde su mecedora por encima de los anteojos como su bisnieta con los pies encima del sofá, y una amplia sonrisa tiene una video llamada con su mejor amiga la cual está de vacaciones en Nueva York.

La joven ríe, hace muecas, charla y bromea.

Flaviana piensa que buen hubiera sido si en los años cuarenta ella hubiera tenido ese aparatito, y esto la hace recordar sus primeros pasos por América.

Flaviana tenía solamente catorce años, la segunda guerra mundial, y la Italia de Mussolini aliada con la Alemania nazi eran su realidad.

Corría el año 1941, su padre había muerto de influenza, y su madre temía por la realidad europea y la vida de sus cuatro hijos.

Milán, era un verdadero caos, pero Flaviana no tenía pensado hacer ningún cambio a su vida. Esa fría mañana de enero nunca se borró de su mente, cuando la madre la abrigó, la besó en la frente, y la embarcó.

La pequeña Flaviana, viajó durante meses sin tener la más mínima idea de a dónde iba y que haría.

Cuando al fin llegó a América del Sur fue cuando se dio cuenta de que ni su madre ni sus hermanos estarían allí.

Nadie la esperaba, tenía muy poca noción de lo que era el idioma español, pasó varios días en el puerto con la misma ropa, y el bolso que le preparó su mamá en la mano comiendo lo que encontraba, llorando por Milán, y por su infancia.

Hoy mirando a Camila, piensa lo afortunada que es esa jovencita, y no lo sabe. La escucha hablar de lo seco que tiene el cabello, y de lo difícil que está la economía ya que se perdió el último concierto de su banda favorita por esa razón. Flaviana sonríe y mueve levemente la cabeza recordando su vida a la edad de Camila.

Después de semanas intentando sobrevivir llegó a un bar donde escuchó a dos hombres discutir en su idioma, se acercó y les explicó su situación. Uno de ellos le dijo que había nacido en Sicilia, le preguntó qué sabía hacer, y ella le respondió que lo que fuera lo podría aprender, así que de ese modo consiguió su primer trabajo, ayudando en los quehaceres de una casa y cuidando a dos pequeños.

Con su primer sueldo pensó enviarle una carta a su madre, pero se dio cuenta de que no tenía la menor idea de cuál era su dirección, y recordando cómo eran las cosas en Europa, tampoco confiaba en que su familia aun viviera.

Pasó nueve años con aquella familia hasta que el hijo menor cumplió dieciocho, y su patrona murió.

Recomendada por esta familia Flaviana entró a hacer la limpieza de unas oficinas, allí, pocos meses después, conoció a un odontólogo, este la contrató como su empleada, y trabajó un tiempo en su casa. Allí, casualmente conoció al hijo del chofer que estudiaba medicina.

Le costó mucho confiar en el interés del joven, pero con mucha paciencia comenzaron una relación, en octubre del 1953 se casaron, él se recibió, puso su clínica, nacieron sus tres hijas entre los años 60 y 80, más tarde sus siete nietos, y finalmente Camila.

Qué suerte que tiene esta niña, piensa Flaviana, si yo hubiera sido joven en esta era, la era tecnológica, donde tocar un botón te hace ver el mundo, y comunicarte con quien sea en el lugar que fuera, seguramente podría haber tenido noticias de que fue de mi madre, de mis hermanos, y de la vieja casa de Milán.

CUENTO SELECCIONADO EN ARGENTINA POR COMUNIDAD ITALIANA

PARA FORMAR PARTE DE ANTOLOGIA LITERARIA

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