Pasos lentos sin prisa pero sin pausa entrando en la espesura del silencio, bosque montañoso y centenario, entre Cipreses y Maitenes, entre Lengas y Arrayanes. El riesgo está presente en cada metro del sendero.
En dirección errática haciendo camino sinuoso va con su valiosa carga hasta donde pueda. Una roca y un salto, entre raíces descubiertas de suelo, árboles vivos entre otros tantos secos. Y ella sin prisa pero sin pausa.
A metros de ella no conoce mi distancia concentrada en el camino, me hace cazador de momentos al acecho.
Entre el esfuerzo de llevar mi mochila, y la atención de cada paso, estoy en el magnífico lugar del espectador de su aventura. Y es ahora o nunca, me detengo y empuño mi cámara atinó a pasar a modo programa, mi preocupación solo se enfoca en donde me afirmo sobre un terreno en picada.
Se que no hay tiempo para teóricas reglas, y solo quiero capturar lo que siento al verla cruzar la picada. Mezclada entre sombras y rayos de sol, sus pasos roca sobre roca, para ir sobre un tronco caído, y así transitar sobre el puente natural, de esos que sin respiración se cruzan. Y disparó tantas veces como los tres o cuatro segundos que dura el momento.
Artífice del recuerdo robo la imagen de la madre y su valiosa carga en ese sendero.
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