Ecuador

Es Ecuador.

Es América mares,

la arboleda salvaje,

la montaña genuina

donde el cielo se espesa

hasta la nervadura

de la roca madre.

Es Ecuador

de nuevo el grito,

como aquel, primero,

el 10 de agosto

en el palacio Real,

hoy del Carondelet,

en el que la sangre

corre de la misma manera

ahora como entonces.

Cuando la patria nacía,

selva originaria,

verde mosto primigenio

de la tierra usurpada,

reclamó subida a sus cuchillas

lo que le fue usurpado

cuando el yelmo, la espada,

y la cruz hecha tinieblas

sometieron las naciones

de aquellas latitudes.

Los nuevos corregidores

de Lenin Moreno,

implacables,

elevan la tortura hasta

la daga cruel y sanguinaria,

derraman el relámpago de pólvora

que arde en el vuelo de la bala

y matan al pueblo en los crepúsculo

del Ande donde la sangre

aún recuerda las brutales matanzas

de los conquistadores.

Son conocidos. Ayer alzaron

sus Tribunales de la Purificación

y bendijeron sus crímenes

en el nombre del Dios de Europa

que destilaba su veneno negro

en las voraces bacanales

de sus decrépitas monarquías.

Hoy es el dólar, del dios Trump,

dios del martirio de los desposeídos,

ante el que Moreno se arrodilla

como buen carnicero

y ofrece la masacre de su pueblo

(como en el motín de agosto)

al todopoderoso dios del norte.

La Libertad regresa,

vuelve, desde sus raíces,

lágrima y sangre por toda arquitectura.

La Libertad convoca.

Los hermanos alzan los puros estandartes

de la gloria de la independencia

y traen al presente lo que aquellos

patriotas les legaron

cuando Calderón, jamás rendido,

fue victoria en las faldas

del volcán Pichincha.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS