El amor de amante, un amor sin compromiso que acarrea en cada encuentro la lujuria de la pasión, suena tan divertido cuando la culpa es incesante. Dicen que el amor de pareja es un compromiso, un rol social con interés, un pacto de acuerdo para la inversión de bienes, una división social de proyectos, un trazo de amor inicial, una carta y un noviazgo de 10 años con suerte, un casamiento, hijos perfectos y un trabajo. Todo esto es amor.

Sin embargo se dice que el compromiso quita lo divertido para algunos, que el amor ya no es amor sino es costumbré. De allí aparece la cumbre de la amante, una estatua que configura un trazo distinto, un amor que no fue buscado y que el compromiso no fue más que amar.

Así caminos de filósofos divulgan que el amor verdadero es el del amante, de modo que sostengo que el papel del amor nace y se construye, se forma y se rompe con el tiempo, pero no a heridas a escondidas. El papel del amante aparece sin culpa pero no es un amor verdadero cuando su compromiso luego será el de construir un hogar, se vuelve social cuando su deseo será cumplir normas establecidas de amar.

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