LA EXTRAÑA FÁBRICA MAGIC BALL



Cada hora repicaba lento. Era como si el cuervo supiera el principio y final de las escenas de terror que vivirían, quienes, de forma infortunada, harían las labores de vigilancia en la fábrica de muñecos MAGIC BALL.

*

El reloj en forma de cuervo empotrado en la pared, señaló en seis campanadas la hora exacta. A dicho sonido, el personal de MAGIC BALL se apresuró en salir. Uno a uno, desfiló, ante la mirada fría e inhumana del Jefe de personal.

Max inició la ronda en las instalaciones de la fábrica en compañía de su perro, Thor. De pronto, un candado antiguo, muy oxidado, llamó poderosamente su atención. Cauteloso, observó por la pequeña rendija. A lo lejos, un mameluco con círculos de diversos colores, en mal estado, parecía blanco, parecía gris, colgaba de un gancho metálico adherido a la pared.

Dio cuenta en dicho recorrido que todo estuviera en orden. No obstante, en su mente giraba y giraba el candado viejo y el extraño traje.

Subió a la garita. Paredes de diez a quince metros de largas y otro tanto de anchas, abarcaron sus pupilas. Con tranquilidad pasmosa bajó las escaleras en dirección a la sala de recibo. Acomodó la silla, cubrió su cabeza con un gorro de lana y su cuerpo con una manta gruesa. Thor se tendió a sus pies.

El cansancio lo arrastró ipso facto a un mundo de figuras dantescas grabadas en paredes muy extrañas. Pasillos oscuros y gritos que a lo lejos señalaban sin remedio un trágico final. Se acercó temeroso queriendo observar, y en el acto, una tabla que servía de soporte se desplomó lanzándolo al vacío. Por el miedo que lo atenazaba, adhirió inclemente sus uñas en el estómago. ¡Ansiaba gritar… y su garganta seca! ¡Manos maléficas atadas a su cuello le impedían respirar, empujándolo paso a paso a un triste deceso! ¡Segundos se hicieron horas!… Y un estruendo lo zampó a la realidad. Se incorporó de inmediato. El cuello dolía. Aguzó el oído y escuchó el sonido de cajas al caer. Thor, con las orejas levantadas en posición de ataque y la mirada clavada en un punto inexistente. ¡Un silencio mortal taladro los oídos! Tembloroso, ató con fuerza a su mano izquierda la correa de su perro.

Thor no quitaba la mirada del pasillo, sus orejas levantadas y posición, lo mantenían alerta. Algo no andaba bien. Max, retomando fuerzas, reinició el recorrido sin notar nada anormal. De vuelta, dialogaba consigo mismo como enajenado mental. ¡La imaginación juega como quiere y puede! Dijo. Mientras giraba su mano derecha en círculo. El perro ansioso levantó la mirada.

En la silla, esculco en su mochila y encontró un chaleco de lana con los colores y las estrellas de su equipo de fútbol favorito. Cubrió el cuerpo de Thor con dicha prenda. El sueño se espabiló y el silencio se hizo eterno. El reloj marcó tres campanadas. Cerró sus ojos. Se sentía agotado.

De pronto, el rechinar de una puerta lo puso en alerta máxima. Un sonido muy agudo que provenía del baño de las damas, se extendió en toda el área. En efecto, la puerta, que a su ingreso había cerrado, se encontraba entreabierta. Tomó con su mano temblorosa la perilla y observó dentro; sus pupilas se hicieron platos. Del espejo, deslizaban gruesas gotas de una sustancia similar al aceite. En ese momento, Thor emitió un aullido que hizo helar la sangre. Quiso correr, pero se sentía atornillado a la baldosa. Sin darse cuenta, las vueltas que dio al collar ahorcaban al animal. Este, en su desespero, halo con fuerza arrojándolo al piso, y en dicha maniobra, el perro huyó despavorido.

En aras de levantarse y huir de ese sitio infernal, resbaló con las gotas gruesas que caían del espejo. Petrificó su alma a tal grado, al ver que las gotas se tornaron rojas similares a la sangre. En lugar de avanzar, sentía alejarse más y más, acercándose peligrosamente a la alcantarilla. El pánico lo invadió. Escucho un ruido metálico como de un manojo de llaves. En aquella escena vino a la mente, la película de terror IT del escritor Stephen King.

En ese momento, Thor se precipitó sobre el área. Este se aferró al collar del perro que, igual que a él, se le dificultaba sostenerse en pie. No era la primera vez que ese animal se la jugaba por su amo. Como pudo, Thor se aventó hacia la puerta, quedando su collar engarzado en una de las perillas; la fuerza del perro se hizo descomunal, y en una cabriola, lo haló fuera. Habían logrado huir de esa escena aterradora. Corrieron desesperados hacia el sitio de descanso, dándose innumerables golpes contra las paredes. Allí, estarían a salvo. Ahora entendía por qué, cerca de aquella silla, había una imagen del Cristo de los dolores sobre una pila de agua bendita.

¡El miedo desencajó su rostro! Mientras, el tiempo inclemente engullía los minutos y las horas, tejiendo en el firmamento, el cielo de un color verde esperanza.

Amparado en los primeros rayos del sol, se dirigió a los baños que horas antes lo sumergieron en un infierno. Al palpar su cinturón, no tenía el manojo de llaves que le habían entregado al inicio de su actividad laboral. La angustia lo invadió, pues don Roberto, el Jefe de personal, no tardaría en llegar. Con la experiencia de los años y como recuerdo, guardaba en su billetera una pinza delgada, con la que su mujer sujetaba el cabello en la parte alta de la frente. La tomó e introdujo en la ranura y después de un pequeño esfuerzo, la perilla cedió. ¡Sorpresa! El manojo de llaves se encontraba en el centro del piso. Lo demás, en orden. Nada de agua, menos aceite.

¡Y la rueca seguía girando!


Esta noche seré valiente. Con Thor me bastará. Dijo al cerrar la puerta de su casa.

En el autobús, las elucubraciones se agigantaban. ¿Será verdad o imaginación? ¿Y las llaves? ¿Cómo llegaron ahí? No… Todo es cierto. Preguntaré a Joseph, él debe saber qué sucede.

Con la sonrisa de oreja a oreja, dijo: En esa fábrica pasan cosas raras. Se abren las puertas, suenan los teléfonos a altas horas de la noche. No se sabe si alguien murió en ese sitio o hay almas penando. La verdad, ninguna vigilancia dura. Por esa razón, creo, pagan bien a quien se le mide a trabajar ahí. Le da un espaldarazo en la espalda y se aleja rumbo a su garita. La media noche se acerca y uno de los teléfonos de la gerencia MAGIC BALL repica sin cesar. Una hora después, nuevamente el chillido. Viene a su mente lo dicho por Joseph. ¡Los nervios se crispan! ¡Las manos sudan! Retomando fuerzas se acerca a la pila de agua bendita del señor de los dolores, y hace la señal de la cruz en su frente e inca la rodilla ante la sacra imagen. “Arcángel Miguel, líbrame de todo mal y defiéndeme en el peligro” vocifera. Ansioso, cambia la silla de lugar poniéndola cerca de una pequeña ventana de vidrio, ubicada en la puerta principal. Ojea por varios minutos hacia la calle.

¡Y el viento habla de un silencio imperceptible!

Un sonido lento, muy lento, de una corneta que, a medida que se acercaba, paralizó su temple y puso nuevamente al animal en posición de ataque. Thor clavó su mirada y fiereza en el pasillo.

En un santiamén, abrió la gaveta de su escritorio y sacó un calibre treinta y ocho; tomo al inquieto perro por el collar y avanzó por el pasillo. Al pasar por el baño para damas, vino a su mente, la mirada siniestra que lanzaba a los trabajadores, hombres y mujeres, el jefe de personal de dicha fábrica. Es un sujeto de mediana estatura, un poco pasado de peso, casi sesenta años, con una sonrisa sarcástica en su rostro. No le inspira confianza y por extraña premonición, lo relaciono con lo que estaba sucediendo.

Acercándose al pequeño puente, escucho que en la bodega se prendió el tractor. Vio perfectamente las luces del vehículo encendidas. Los faros de luz le impedían ver con claridad quién estaba dentro del mismo. De un periquete extrajo el revólver y lo empuñó en dirección a la silla del chófer. En ese momento, las luces del tractor se apagaron y todo quedó en silencio mortal. La luz de la linterna dio cuenta que en la silla del conductor no había nadie. No supo si seguir o retroceder a toda prisa. En esa ambivalencia andaba, cuando escuchó al otro costado, el sonido de la corneta. Esta vez, en la zona- baño para hombres. De un salto salió del puente con el revólver empuñado y aceleró en dirección a los baños, con el ánimo certero de terminar de una vez por todas, con esa horrible pesadilla.

A toda prisa y muy agitado, llegó al pasillo. Al instante, el miedo lo penetró. Había colgado en el techo, arandelas de varios colores y globos de un rojo intenso, muy similar al que tomaron las gotas que días antes caían del espejo. Parecía el inicio de un gran carnaval. Thor se negaba a seguir, emitiendo pequeños aullidos. Miró en todas direcciones, sin ver a nadie. Dio varios pasos y escucho una melodía suave como canción de cuna, la cual intensificaba a cada minuto. Los decibeles subieron a tal grado, que sentía el daño en sus oídos. Iracundo, lanzó un grito que traspasó los muros de las instalaciones, el cual fue acompañado por el aullido de Thor. Los globos agitaban por el aire en circulación y las arandelas de colores se balanceaban unas a otras, simulando tranquilidad e inocencia.

Asiéndose de valor, avanzo e inspecciono todo. De repente, le pareció ver a un sujeto de mediana estatura, vestido de payaso, que se escabullía agazapado entre los baños. Su cabeza rapada, cabello amarillo rojizo y un mameluco blanco con círculos de colores. Corrió en su dirección con el revólver empuñado. Thor aceleró en su persecución. Dio vuelta a los baños y nadie. ¡Cosa extraña! – se dijo. ¡Lo vi con estos ojos que se han de tragar la tierra! ¿Cómo y por dónde se esfumó? Al fin y al cabo es solo un payaso. Dijo a voz en cuello. El aire se hizo denso por la intensidad de la melodía que sonaba en toda la fábrica.

Un chillido, y frente a frente, el rostro de la maldad personificada. Un horrendo payaso cuyas uñas parecían surgir del inframundo. De sus dientes caían gotas de un líquido rojizo similar a la sangre, y sus ojos dos pepas de fuego intenso. Vestía un traje blanco con bolas de colores. En sus horribles manos empuñaba un filoso cuchillo extremadamente delgado. Lo miró sarcásticamente y se detuvo. Reía y volvía a reír. Thor lanzó un aullido con ganas de salir corriendo. No pudo, porque estaba engarzado a la cintura del hombre.

¡La batalla se había iniciado con sus miradas! Las pupilas de los presentes giraban en la misma dirección. Max, aterrorizado y a la vez, con ganas infinitas de desenmascarar al intruso. Thor, terriblemente inquieto.

De pronto, accionó el gatillo y disparó en tres oportunidades directo al corazón. El payaso seguía en pie. Ató cabos de inmediato, al ver que el vestido que llevaba, era el mismo que había visto colgado en la bodega días atrás. Igual, esa mirada demoníaca no le era desconocida. A la velocidad de su pensamiento, se dijo. ¡Es solo un imbécil!

Disparó a la mano que empuñaba el cuchillo cayendo el arma al piso, se lanzó encima del payaso con perro y todo. Thor parecía darse cuenta, igual que su amo, que el intruso estaba más vivo que muerto. Y clavo sin piedad sus filosos dientes en el rostro del payaso, arrancando de un tajo la máscara del siniestro personaje. En un santiamén, rasgó su vestido, dándose por enterado, que llevaba chaleco antibalas; los tres dieron cuatro vueltas en el piso, quedando casi desnudo, herido y tirado sobre la baldosa, el jefe de personal de la fábrica. El chaleco de Thor que ostentaba gloriosa, las doce estrellas del triunfo del equipo de fútbol de su amo, solo tenía tres, y el blanco de la camisa de Max, había tomado un negro profundo. Las manos quedaron impregnadas de sangre y de las patas del perro, resbaló tibias gotas de un aceite rojizo proveniente de la mano de quien parecía ser, el administrador de la fábrica. El cuchillo yacía lejos de la escena. El teléfono sonó, Max retrocedió sin poner la espalda. Thor mostrando sus feroces dientes.

Descolgó el auricular y escuchó una voz al otro lado del teléfono: Max, soy Roberto, el jefe de personal. Aterrado, tiró el teléfono, halo a Thor y agarró a correr. El payaso reía con un tono diabólico escuchándose su siniestra voz en el recinto. Y dando la espalda, se adentró, una vez más, en la fábrica MAGIC BALL.

En ese instante, el sonido del extraño reloj en forma de cuervo empotrado en la pared, señaló exactamente las tres de la madrugada. Y una vacante sería colgada nuevamente a la entrada de la puerta de la extraña fábrica MAGIC BALL al despuntar del alba.

*

Imagen:Créditos a su creador.

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