Era muy temprano para asesinar a alguien, pensé mientras por la ventana veía el tímido sol lamiendo el campo, evaporando las gotas de rocío de los tulipanes y despertando al remolon caracol que seguía a paso lento la huella del cálido astro. En medio del granero, mis manos apretaban con firmeza el arma; de ancha hoja afilada y de rugosa madera tosca el mango . LLevaba alli unos minutos, al principio sin la intención de lastimarlo. Apareció con el pecho levantado, la cabeza en alto, pavoneandose, orgulloso y soberbio, haciendo ruido. Se me vino encima con una furia desmedida y de un golpe le corté el pescuezo, la sangre tiño de rojo la paja y ahí quedo con los ojos desorbitados

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