Interferencias

El sonido de la televisión llenaba el bar. Las conversaciones de los comensales apenas se escuchaban. La imagen en la tele parecía una tormenta de nieve y el sonido que producía sonaba como si miles de personas estuvieran pisando esa nieve congelada. El sonido de la interferencia era monótono, continuo, repetitivo, cansino.

-No sé qué le pasa a la tele, la he encendido esta mañana y la he tenido que volver a sintonizar y todavía no va. Llevo con ello desde las 8.

-Va, da igual, nadie la ve.

-Ya, pero yo quiero verla. Me gustaría ver algo diferente. Estoy un poco harto de escuchar a los abueletes hablar de lo mal que va España y todo ese rollo.

-Bueno, puedes hablar conmigo, ¿sabes? Que para eso vengo a verte.

– ¿Para qué? Tú solo hablas de lo bien que va Alemania. Voy a ver si la puedo sintonizar otra vez.

Coge el mando de debajo del bar y apunta a la tele, como un cazador intentando centrar su objetivo, pulsa los botones como ha hecho otras no sabe cuántas veces. La tele se empieza a sintonizar. Otra vez la misma barra de siempre: 10%, 20%, 23%. Siempre se queda estancado en 23%. Era hipnótico mirarla. Siempre se quedaba mirándola.

-Nunca me fío de esta mierda, parece que vuelve hacia atrás en cuanto le quito la mirada.

-Ponme un chato.

Le mira al abuelete como si le hubiera escupido en la cara. Sin decirle nada, vuelve lentamente su mirada hacia la tele: 20%.

-Ahora te lo pongo, ¿lo mismo de siempre?

El abuelo se apoya en la barra. Suena como remueve la calderilla del bolsillo para encontrar la cantidad exacta. La barra está gastada, adaptada a la forma del brazo del abuelo. Igual que el taburete en el que ahora se está sentado. Una línea separa la silla en dos partes bien definidos: la izquierda y la derecha. A la izquierda están los vasos, a la derecha el vino. En un movimiento suave y rápido pero a la vez despreocupado le sirve el chato y recoge el dinero de la barra. No se molesta en contarlo.

-Mira, ya va pillando carrerilla, 70%.

-Pues a ver si acaba pronto, que tengo que cerrar en breve. Recuérdame que tengo que pedir más botellas de tinto.

Llega la hora de cerrar. Ya se han ido todos. Su amigo ya le está esperando fuera. Siempre se queda fumando mientras él cierra el bar.

-Pues nada, está mierda no va a ningún lado. Mañana lo intento otra vez.

Apaga la tele. Ya no hay sonido. En el bar solamente queda el silencio. Un silencio monótono, continuo y cansino. Repetitivo.

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