El sueño de Mijaíl

Cuando se habla de sueños, la mente de inmediato asocia dos imágenes sin que lo deseemos. Son: la suave almohada en una comodísima cama y alguna ilusión que tenga en ese momento el individuo y que podría ser aprobar un examen, conseguir a una chica o un chico, ser aceptado en un trabajo y demás cosas de la vida cotidiana. En nuestro caso, Mijaíl tenía un embrollo en la cabeza porque estaba soñando que se encontraba dentro del sueño de alguien que soñaba que padecía de insomnio. Para que no nos pase lo mismo que a Mijaíl llamaremos al hombre que sueña que padece de insomnio Misha. Bien, pues este Misha está profundamente dormido, lleva casi seis horas como un muñeco de trapo. Durante la noche casi no se ha movido y una vez a estirado el brazo derecho. Su novia Masha o María, como deseen llamarla, una mujer joven y muy llenita a interpretado este movimiento como una señal de cariño y se ha girado para recibir el abrazo aplastando la extremidad de su prometido. Los dos respiran despacio y, de vez en cuando ella suspira y sonríe imaginándose a su atractivo Misha regalándole muchas flores el día de su cumpleaños. Si el hombre fuera capaz de sintonizarse con otra persona durante el sueño o pudiera traslaparse en las dimensiones oníricas, Misha le diría a su amada que se eche a un lado y así poder liberarse del cuerpo que le está obstruyendo la circulación. El cerebro ya le ha enviado tres avisos a través del sistema nervioso porque ha interpretado esta sensación de hormigueo como una urgencia. Por desgracia, Misha no puede moverse por el peso de Masha y su cabeza está tan ocupada con el sueño del insomnio que no ha reaccionado a las alertas. Misha ha relacionado su desvelo con un tal Mijaíl que se ha venido a sentar a su lado en la mesa de la cocina. Misha tiene una lata de cerveza, se ha servido un poco en un vaso y le ha ofrecido con una señal al entrometido, pero éste, cruzando las manos le indica que no le apetece. Le pregunta la razón de su visita, pero no hay una respuesta convincente. Pasan unos segundos y Mijaíl comienza a hacerle preguntas.

—Oiga, usted se me hace muy conocido, ¿nos hemos encontrado antes?

—Lo siento, amigo, pero creo que jamás nos habíamos visto. Tu cara no me suena.

—¡Qué raro! me late que ya nos habíamos cruzado en algún lugar.

—Te digo que no, hombre. ¿No lo entiendes?

—Pues, eso está muy raro porque tengo la impresión de que ya nos habíamos echado una platicadita.

—Te repito que no. ¿Para qué estás aquí?

—No lo sé. Ahora mismo estoy como un tronco, pero creo que me equivoqué de sueño porque al cerrar los ojos me imaginé que iba a ver a una chava bien buena y…Bueno, usted no es lo que quería ver.

—Conque una Chava, es decir, una mujer, ¿no?

—Sí, así es mi jefe.

En ese momento Masha se despierta porque siente ganas de orinar, además le cosquillea la oreja izquierda porque Misha está murmurando algo muy cerca de ella. Lo mira amodorrada, le levanta el brazo que parece de goma y se lo flexiona, Misha gira un poco y hace un ruido muy raro. Ella se acomoda su camisón que se la ha subido hasta el ombligo, se levanta y camina a oscuras, llega al baño. No enciende la luz y, a tientas, se apoya en las paredes y se acomoda en el inodoro. Recuerda que se ha quedado dormida, alrededor de las nueve de la noche, después de estar recibiendo las caricias de Misha, que al terminar de escudriñarle todos los rincones sensibles de su cuerpo, se ha quedado dormido. Se oye el chorro dorado chocar contra la porcelana de la taza del baño. Se levanta y camina en dirección del dormitorio. Ve a Misha en la misma posición en que lo dejó, se sube a la cama, se cubre con la manta, encoge las piernas, suspira y se va quedando dormida de nuevo. En la calle uno que otro trasnochado vuelve a su casa y los pocos vehículos que circulan no hacen el suficiente ruido como para cortarle el sueño a esta pareja de enamorados.

—Y ¿por qué estás aquí? No estarías mejor en un bar o en un club nocturno.

—Pues qué más quisiera yo, pero esos lugares son caros y no me gusta que las mujeres me cobren, ¿sabe?

—Pero que idioteces dices. ¡¿Hablas de burdeles?!

—No, no amigo, no me mal interprete. Me refiero a los bares donde las mujeres bailan y le piden a uno dinero por una pieza.

—No frecuento ese tipo de lugares. No se bailar muy bien y prefiero hacer el tonto con Masha en las fiestas de mis amigos.

—A mí también me gustan las pachangas y no bailo tan mal. Sólo que ahora no tengo con quién ir. Antes me iba con mi vieja, pero ahora ya le da pena. Dice que nomás hacemos el ridículo. Por cierto, ¿usted tiene novia?

En ese instante se oye el ruido de un claxon y Misha se despierta, Masha se mueve y le pregunta, entre sueños, si se va a levantar. Sí—contesta respirando con fuerza—. ¿Quieres un café? No hay respuesta. La luz de la lámpara de la cocina da de lleno la formica de la mesa. Misha Tiene la impresión de que ha salido del sueño en la cama para regresar al sueño en la cocina, pues el lugar está igual, sólo que no está el tal Mijaíl. Son las cuatro de la madrugada, Misha ve el reloj y desiste de preparar el café. Se acuesta de nuevo y tarda unos minutos en volverse a dormir.

—Sí, sí tengo. Se llama María, pero le gusta que le digan Masha.

—Y ¿qué tal está?

—Que cómo está. Supongo que bien.

—Tal vez no me entendió usted, le pregunté si está mamacita o no.

—Pues, sí está guapa. Ha engordado un poco últimamente, pero eso la hace más excitante.

—A mí también me gustan las gorditas. ¡Descríbamela!

—Pues, es morena, tiene el pelo un poco ondulado, las caderas anchas y las piernas fuertes…

—Y ¿en la cama qué tal es?

—¡Oye, esa es una impertinencia!

—No le dije antes que vine para que me contara una fantasía erótica.

—Estás como una cabra, amigo. Por qué no me dejas en paz.

—Pues, porque tengo que cumplir con la misión de todas las noches.

—¿La misión?

—Sí, usted es como esas personas que padecen de amnesia y se les tiene que estar recordando todo lo que se les ha olvidado. ¡Pero no se me preocupe! En su caso, el daño, es sólo en la existencia onírica.

—No te entiendo nada.

—Mire, Misha, llevamos varios meses repitiendo este sueño y hasta que usted no lo recuerde en estado consciente, nos la pasaremos repitiendo este teatrito toda la vida.

—Pero, ¿cómo es posible? Por si no lo sabes me he levantado hace unos minutos y te he visto en mi cocina sentado ahí mismo. Es decir, en la cocina real, no aquí.

—¿Lo ve? Ya vamos por buen camino. Pronto se acabará esto.

—Y ¿se puede saber quien ideó esta tontería?

—No es ninguna tontería. ¿Se acuerda usted de cómo empezamos?

—No, no recuerdo nada y no quiero.

—Pues, hace muy mal, mi estimado, porque si hiciera caso, ya habríamos terminado de mortificarnos desde hace mucho.

—¿Terminar? ¿Terminar qué?

—Pues esa historia tonta que inventó un tal Mijaíl Mijáilovich. No sé de dónde es, qué hace en la vida real y si tiene planes para seguirnos martirizando.

—Todo eso suena a patraña, ya me estás sacando de mis casillas.

—Pues hagamos lo que el tal Mijáilovich ha ideado. Le explico, ahora. Primero, nos conocemos, luego, conversamos sobre su novia Masha, me la describe desnuda. Me cuenta de nuevo su primera noche en la que se emborracharon y terminaron tirados y encuerados en la alfombra de la casa de la tía de Masha. Después, el descubrimiento de la ninfómana que María lleva dentro y, por último, la separación.

—¿La separación?

—¡Claro! El tal Mijáilovich así lo ha dispuesto. Usted tiene que dejar el día de hoy a Masha porque se ha acostado o, enrollado como usted dice, con otro hombre más varonil e inteligente.

—¡Eso no es posible!

—Pues le digo que sí y de eso ya hace bastante tiempo. Sólo que usted, lo recuerda en este sueño y cuando se despierta se le olvida y luego, me viene cada noche con la misma historia. Así que, si desea acabar de una vez por todas, deje ya a su Masha y no olvide lo que ha estado pasando aquí.

Misha se concentra y trata de abrir los ojos. Repite con insistencia que está soñando. Logra ver a Masha acostada de lado, se sigue repitiendo que es primordial recordar el sueño. Abre los ojos, repite y repite la frase. Coge un block de notas y un lápiz. Escribe que está en un sueño en el que padece de insomnio y Mijaíl le dice que debe dejar a Masha porque le pone los cuernos. Ve el despertador. Son las seis menos cuarto y Masha comienza a dar vueltas. Por distraerse un poco Misha olvida lo que deseaba agregar a la nota. Para saberlo debe dormirse de nuevo, pero le quedan unos cuantos minutos antes de que suene el despertador. Se acuesta boca abajo y se tapa los oídos, logra dormirse y aparece otra vez sentado en la cocina. Mijaíl está de pie.

—¿Le ha dado tiempo de escribir que esto es un sueño; que debe dejar a Masha; y que el tal Mijáilovich se está burlando de nosotros?

—Eso último se me ha olvidado, pero si lo empiezo a repetir ahora, seguro que lograré recordarlo y, lo más importante, anotarlo.

—Está bien. Son casi las seis y el despertador va a sonar, levántese y escriba. Espero que mañana ya no nos veamos y pueda dedicarme a mis verdaderos sueños.

—Bueno, pues hasta nunca.

Misha se empieza a despertar, Masha ya está de pie, otra vez se ha acomodado el camisón, se va hacía el baño a orinar, pero ve el cuadernillo y lee la nota absurda que ha escrito Misha. La arranca, la arruga y se la lleva al cuarto de aseo. Misha abre los ojos y repite: “Mijáilovich se está burlando de nosotros”. Coge el lápiz y escribe la frase en el pequeño block. Después se va a la cocina y al pasar oye la voz de Masha que le pide que le prepare un café. Misha se queda viendo la mesa de formica blanca y tiene la impresión de que ha olvidado algo y no sabe qué es, vuelve a su habitación y ve la nota. Piensa que es una tontería porque él es Mijaíl Mijáilovich Mijailkov, desprende la hoja, la arruga y la echa a la basura; después se pone a preparar el café.

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