El frio del suelo de mármol de carrara de la cocina fue filtrándose en su cuerpo y le hizo despertar.
Sintió un agudo dolor de cabeza. Supuso que se debía haber golpeado contra el suelo cuando se desvaneció.
Sintió un agudo dolor en el alma. Notó como los recuerdos, teñidos de negro dolor, iban abriendo las puertas de su mente.
Buscaba entender. ¿De que iba todo aquello.? Toda su vida había esperado encontrar un hombre que se interesara por ella misma y no por su fortuna. Su padre siempre le había advertido de que no confiara, de que no creyera a nadie. Ojalá su madre hubiera vivido algunos años más…
Antonio había aparecido imprevistamente en su vida. Había tropezado con él al salir del Centro de Investigaciones Biológicas donde ella investigaba la composición química de los seres vivos. Ella no terminó de creer que hubiera sido casual y se envolvió con sus defensas anti-engaño. Pero él no parecía darse cuenta de su prevención y día a día, cita a cita, se había ido introduciendo en su tiempo y en su espacio. En su vida y en su corazón. Ella sospechaba que él estaba jugando con ella, pero no podía resistirse. En muy poco tiempo se había hecho adicta a él. Cada molécula de su ser reaccionaba en oleadas de placer al estar con él. Sabía que no era mas que una reacción química de los cuerpos. Que no había nada mágico. Que solo era esa casualidad química que, a veces, surgía entre dos cuerpos. Pero no podía, ni quería evitarlo. Nunca había sentido un bienestar igual y se dejó llevar. Ahí estuvo su error.
Olvidando los consejos de su padre, empezó a creer que era posible que aquel hombre se hubiera enamorado de la “patito feo”. Y había terminado por rendirse ante sus dulces palabras de papel que le repetían comprenderla, admirarla, y amarla.
Como un mazazo recordó cuando esa mañana, ilusionada y después de una velada inolvidable, cogió el teléfono para leer el saludo matinal que, a diario, encontraba en su móvil, entre pétalos de rosa virtuales, y se encontró con su inexplicable e inesperada despedida.
“Hola..gracias..he vivido un breve relato de amor intenso y bello, como solo tu podías darme..Gracias..por ser como eres. Sueño que no sea un «adiós“, que sea un «hasta luego” Siempre te llevaré conmigo.. forever.”
Perdida como un niño en la noche de un bosque, se preguntó si estaba diciéndole que la abandonaba; que nunca más estarían juntos. Bastó ese solo segundo para que todo su mundo se rompiera como cristal y se le viniera encima, pulverizándole el alma. Aturdida, incrédula, intentó hacerse un café para intentar pensar y racionalizar qué estaba ocurriendo, pero un tsunami de caóticas emociones descontroladas la arrasó. Las lágrimas peleaban por brotar de sus ojos y un dolor lacerante le atravesó de arriba abajo. El aire empezó a negarse a entrar a sus pulmones, las piernas se negaron a sostenerla y su consciencia decidió desaparecer.
Y allí quedó ella, tirada sobre el frio del suelo de mármol de carrara de la cocina.
No sabía el tiempo que había transcurrido desde entonces. Solo sabía que nunca más volvería a permitirse sentir un dolor igual. Años de disciplina férrea en ataraxia se habían desintegrado en un instante. Años de investigación en bioquímica habían desaparecido de su intelecto. En un solo segundo olvidó que, a lo largo de su carrera, había constatado experimentalmente que el amor no era más que una reacción química. Una de las mas primitivas reacciones animales que se activaba por un olor, una imagen, o un sonido percibido y que, dentro de la fábrica de drogas naturales que era nuestro cuerpo, causaba efectos tan devastadores como la adicción a la heroína.
Su padre volvía a tener razón una vez más.
Ahora solo quedaba tomar una decisión. Y la tomó. Su mente convencería a su estúpido corazón de que todo había sido un espejismo. Que nada de eso había sucedido. Fingiría que nunca le había conocido y lo haría hasta que se lo terminara creyendo. Olvidaría como reaccionaba su cuerpo y su mente al estar con él y también olvidaría que había llegado a creer que estaba empezando a amarle con el alma. Nunca mas volverían a encontrarse y cada uno seguiría un camino que nunca debió llegar a cruzarse. No habría despedidas, porque nada habría existido.
Nada más podía hacerse.

Porque la vida era así y así seguiría siendo.

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