Por qué dejamos que nos duela el alma, que nos afecten cosas, personas, momentos, que no deberían, que no tendrían por qué doler, pero lo hacen.

Hay personas que nos hieren, pero a veces pienso que es únicamente porque nosotros dejamos que lo hicieran, porque aún sabiendo que llegarían a nuestra vida con el objetivo de herirnos, les abrimos la puerta, y los dejamos pasar, como si estuviéramos deseosos por sentir algo.

Y luego allí estoy, sintiéndome culpable, culpable por permitir que algo insignificante me quiebre, que me haga gastar horas del día reprochándome, y tratando de entender el por qué. Y pienso, nada es realmente grande o pequeño para doler, simplemente lo sientes, ahí, clavado como una espina.

Pero a veces la mejor respuesta es; porque soy humana. Porque soy débil, porque una mirada me descoloca, porque sentir el tacto de unas manos en mi cintura me ablanda, porque respirar su aliento tan cerca de mi boca es mi droga, simplemente porque soy humana.

Porque soy humana siento, y no precisamente aquello que quisiéramos sentir, y es lo hermoso de la cuestión, que no elegimos, porque aunque no seamos libres, nuestro corazón si lo es.

Él no piensa, no razona, no se cuestiona las cosas, no duda, no cree en lo malo, solo vive, late, siente, ama. Siente más que una piel, siente almas, miradas, sonrisas, siente aquello que nosotros no, y cuanto lo envidio.

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