Sus ojos eran un vergel de constelaciones.
Brillaban por doquier, como la inmensa luna.
Grandes e infinitos como el firmamento…
Algo recóndito había en ellos, ¡Cósmico!
Sus ojos decían más de lo que ella sabía,
una red infinita de pasiones y sentimientos.
Bocanada efímera como un castillo en tu sien.
Un océano en tus ojos recorre mi cuerpo,
en los días más ínfimos, inefables, tristes.
Desprenden solsticios a cada instante…
Eterno resplandor, eterno fulgor, eterno brillo.
Sus ojos eran primavera en invierno,
eran otoño en verano, ¡Sonrisas que yacen!
Yacen lentamente en lo más profundo.
Veía sus ojos y ella sonreía paulatinamente.
Porque sabía que estábamos conectados.
Y yo lo sabía, porque podía naufragar en ellos,
y ella lo sabía porque podía naufragar en los míos.
¡Ay! Cariño. Qué inmenso y colosal es el cosmos,
que aquí, en este planeta, hemos de coincidir.
Cuán difícil se haya esta verdad plena de coincidir.
En el momento adecuado con las personas adecuadas.
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