Cuán pequeño se me hace el mundo,
cuán dilatado se entorna con tu ser.
Que penetro en tus ojos y veo el amor,
infinito amor del alba, de las noches.
La pureza, esa mirada tierna y pura,
felicidad por doquier recorriendo…
¡Eres alma de diamante, transparente!
Cuerpo de cristal, ¡Luz del alba!
Porque me enseñaste a amar incondicional,
porque me enseñaste la simpleza de la vida.
Porque en tu mirada pura me siento en calma.
Eres el puente entre lo espiritual y lo terrenal.
Haces de mis días más allá de la eternidad,
Que sólo importa el momento en el que estamos.
Y que lo que somos, es todo lo que tenemos.
La esencia, el alma, somos energía pura infinita.
Tu sonrisa penetra todo mi ser y me eleva,
me deja anonadado, inefable, en la inmensidad.
Tu mirada me lleva a otros mundos, otros lugares.
Donde allí yacer paulatinamente y amar, amar, amar.
Porque me enseñas cada día que la vida se resume en amor,
amar, amar, amar hasta morir y volver a amar, infinitamente.
Tan poco tiempo y grandes cosas que he aprendido,
Me elegiste como padre, y yo te elegí como hija.
Y aquí estamos, para complementarnos, para guiarnos.
Para guiarnos en este largo camino espiritual.
Fulgor de tus ojos, pasión en tus silencios,
llantos sin palabras hechas amor, verdad…
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