Como un aprendiz de alquimista voy buscando la manera de transmutar la materia, de convertir en polvo la distancia, de pulverizar el espacio que me separa de tu beso, de estas ganas de ti tan ambiciosas que nunca se conforman y piden una entrevista urgente con tu piel.

Intento, exploro, experimento con pócimas y fórmulas milenarias, pero por más que trato tú sigues ahí, al otro lado de estas letras y no encuentro la manera de traerte a mi encuentro. Tengo las manos hinchadas de caricias guardadas, por los pliegues de mi labio se derraman besos agolpados que saltan como locos en busca de tu boca, tengo los poros gritando tu nombre como niños malcriados que esperan el roce de tu mano que los arrulle como en una canción de cuna.

Si, lo se… Esta distancia es más de lo que tuve antes, este encuentro virtual es más de lo que jamás pensé tener. Pero ¿Cómo se lo explico a mi mano que sueña con asirse de tu espalda, como convenzo a mi boca que sueña con lanzarse en picada por el precipicio de tu pecho?

Después de mil intentos, lo más cercano a ti que he podido llegar no depende de la química, ni de la transformación de la materia. Acepto que solo volviéndome palabra puedo tenerte de frente. Por ti me vuelvo tinta, manchón negro en la pantalla, aproximación a la poesía. Y tomo letras de aquí y de allá, armo combinaciones para mostrarme diferente en cada encuentro, a ver si jamás te cansas de leerme.

Hoy el deseo toma el control de mis dedos y arma palabras que quieren hurgar en tus anhelos, para saber si al menos ha asomado por tu mente estas ganas de fundirme contigo que se apoderan de mis segundos. Y viajo hasta ti, entre urgente y ansioso, entre amor inocente y deseo adulto, entre obsceno y delicado. Me cuelgo de tu vista y trepo por ella como en una enredadera… Despacito desabotono los temores que cuelgan de tus párpados y me encuentro frente a frente con tu mirada desnuda que se me presenta hermosa y limpia. Cuantas veces soñé este encuentro, cuanto papel sacrificado para hacer miles de hojas del calendario que se interpusieron obstinadas e inoportunas.

Si tú aceptaras, quisiera adentrarme en tu iris, penetrar justo al centro de tu mirada y sentir la humedad tibia de tu lágrima que me abraza. Y ya dentro de ti, desordenar tus ideas y prejuicios que reposan debidamente planchados y ordenados como una sábana limpia y perfectamente dispuesta. Y morder tus ideas, abrazar tus pensamientos, recorrer tus sueños una y otra vez mientras tomas mi cabello con ambas manos. Que no haya espacio de tu mente que no hurgue, que no haya neurona dentro de tu cabeza que no estalle como fabricando estrellas. Quisiera derramar dentro de ti la más hermosa de las poesías.

Y luego, ya exhausto, diluirme y desparramarme hasta los lugares más ocultos de tu boca, donde duermen escondidos los besos que alguna vez te di, seguir rumbo abajo, alojarme en el espacio de tu cuello donde reposa tu perfume, inhalarte toda y bajar por tu garganta, alimentarte con todo lo hermoso que me haces sentir, que me absorbas para viajar dentro de tu sangre, inventar una canción con tu sístole y tu diástole, transitarte en cada milímetro y por sobre todas las cosas no alejarme de ti nunca más.

Aquí estoy, hecho palabra, temblando de ganas de que me dejes pasar.

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