¿Una habilidad?

¿Una habilidad?

Aguanto 2 min. 37 seg. sin respirar debajo del agua (sin fumar). Mi papá decían fumaba debajo del agua.
Hago 28 flexiones de brazos seguidas con aplauso. Me enseñaron mis hermanos
Escribo un cuento por día, cosa que me inculcó mi madre
Puedo sacar 6 buenos conceptos (insights) en 8 hrs, pero bueno eh
Resisto hasta 40 min en una reunión sin deprimirme

Eran épocas raras en el país. estábamos en esas fases del pasito para atrás, siempre un pasito para adelante y tres para atrás, maría.

WWF y Greenpeace adviertía acerca de la extinción de hipters y cerveceros.

Yo mantenía mi relación con Alma, la amiga española de Kate que vino hacer un intercambio en la facultad de arquitectura que yo había dejado. Alma, aparte de estudiar era una especie de youtuber y hacía videos online rapeando cosas a capella. tenía un montón de visitas y había participado de un comercial de Pepsi que se había hecho viral.

Ella ya estaba más de moda que lo malo. La exposición o la presión de estar a la altura la terminó estresando hasta quedar casi boba. Lo más triste de todo es que se estaba hundiendo en el barro, se estaba ahogando y no se daba cuenta. Las redes sociales le estaban comiendo la cabeza. Lo que le comía la cabeza era esa ecuación que se utiliza en el casino, de ganarse un premio, la espera de una recompensa por cada acción que hacía con su telefonillo.
Así fue que llegamos a la equinoterapia. ¿Por qué? Por qué no?. Los antidepresivos no le funcionaban, el psicólogo tampoco. Y, Agustina no era ese tipo de personas que dispuestas a meterse en el laberinto y la calesita en busca de una solución. No iba a ir por la ayhuasca, ni las constelaciones. Su caniche Perri se le había escapado, cosa que no ayudaba.

Quería resetearse, dar vuelta la página.

Así que acá estamos. Hay un señor mayor, aparentemente con parálisis mental, dos chicas que parecían drogadictas y un chico con una dispacacidad motriz.

En el estacionamiento pude reconocer a una actriz o vedette que salía en su auto Beetle rojo.

Acá veníamos personas con padecimientos físicos, mentales, sociales y psicológicos.

Me acuerdo de mi papá contando historias de Sudáfrica de cómo personas con traumas de la posguerra de los Boer participaban de retiros en granjas o tierras alejadas en orfanatos de elefantes, leones, jirafas. Todo ese contacto con otras especies los calmaba y los volvía a su centro.

Los caballos al poder montarlos, con el paso rítmico mandaba impulsos por la médula espinal que llegaban al cerebro y provocaba la sinapsis en la neurona. la misma sinapsis en la que trabajan los químicos antidepresivos.

Lo del caballo tenía sentido. Solamente había que subirse a uno, caminar o hasta galopar una vueltas y sentía la vibración. las neuronas se juntan y provocan descargas eléctricas.

Pero algo parecido podías sentir, decían mis hermanos Raúl y Simón, surfeando en el mar o cantando en la cancha de Boca.

Porque todo esto lo habíamos hablado en una cena. Todo este tipo lo hablábamos sobre la mesa. Un cuidador me contó, mientras esperaba a Alba, sobre una chica de nueve años que parecía una muñeca de trapo y de cómo poco a poco su cuerpo se fue fortaleciendo y sus músculos recobraban sus sentidos arriba del caballo. Y poco fue recuperando el control de cuerpo.

Me contó los caballos eran los únicos animales con el patrón de marcha parecido al del ser humano, el movimiento de la pelvis y las patas son iguales a las nuestras. Por eso el equilibrio que no podían dar.

El cuidador era el papá.-uno no le va a durar toda la vida a sus hijos- me dijo y por su cara me di cuenta que la muñeca de trapo era su hija. A unos metros una chica de unos doce años le echaba agua a una yegua y después lo cepillaba y la limpiaba.

De lejos oí a Alba gritar, la ví bajarse des u caballo y un hombre la sostenía mientras vomitaba.

ResponderReenviar

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS