No somos iguales

En cierta ocasión por esas necesidades fisiológicas que tanto asaltan en momentos inoportunos, fui al baño de una institución pública y no percatarme en qué lugar me metí me valió un bochorno.

-¡Que no sabe leer, este es el baño del gerente!_dijo una voz grave con unos ojos que me fulminaron de inmediato. Más allá, en la esquina, había otro, cuyo rótulo decía:

Baño para el personal. Como decimos en buen salvadoreño, la gatada obligadamente tenía que ir ahí. Una diferencia había. El del señor gerente y los altos cargos lucía todos los lujos imaginados, bien lustrado el piso y las paredes y el aroma no era tan ofensivo, además de desinfectante creo que había un perfume acogedor. Pero en el otro, el olor a humedad penetraba más allá de las fosas nasales. Escasa luz, el piso mal cuidado y el lavabo no contaba con jabón ni otro ingrediente que quitara las impurezas de las manos. Sin duda _dije:_ no somos iguales. ¡Y qué vergüenzaque ni en esto podemos equipararnos! Se me vino a la mente una duda:

-¿Tendrá el gerente y su séquito algo diferente, que merece mejores cuidos que los que somos enviados a este lugar?

La respuesta fue: _¡No!

Hice una radiografía del problema y concluí: Como yo y como esa otra gente laboriosa tiene necesidad de expulsar los desperdicios, a fuerza tendrán que desnudarse y enseñar a la tasa sus detalles íntimos _esfínter es la palabra correcta. Deben mostrar la evidencia de su acto al basurero contiguo y éste sin palabras dirá:

-¡Como los otros es igual de cochino! Pero se extrañarán en ver únicamente gente de saco y corbata salir y entrar. Querrán el basurero y la tasa indagar por qué sólo visitas distinguidas llegan a ese sitio y acaso les entre indignación al ver que quienes los limpian son los mismos que tienen prohibido sentarse en ellos. 1En realidad no somos iguales, pero la Constitución nos recuerda y nos necea que sí. Y no se equivoca: la misma carne, la misma sangre en las venas. Pero no somos iguales, eso cree el gerente y su gente.

-¿Y tú que crees?

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