Recuerdo tu risa.
Tu forma de caminar.
De sonreírme
a tres milímetros
de mi piel.
La caricia erizante
de mis manos
sobre tu nuca.
Los abrazos nocturnos
que me servían
para dormir al instante.
Fuiste el amor
de mi vida
durante dos años.
Y eso mi cuerpo nunca
lo va a olvidar.
Ojalá los golpes de después
no hubieran dejado cicatriz.
Ojalá nos hubiéramos tropezado
con algún malentendido
y no con un abandono
sin sentido y doloroso,
como el de aquella vez.
Mi cuerpo no olvida
los metafóricos golpes,
pero tampoco tu amor.
No deseo más otra cosa
que verte feliz,
por tu cuenta
o con el verdadero amor de tu vida.
Y quizás,
es mejor así,
porque te quiero
tanto
sin dejar
de quererme a mí.
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