Aún los errores más garrafales que cometemos nos pueden ser perdonados, y algunas veces, hasta justificados. Pero la línea que se rompe en ser digno de confiar…“No basta una vida entera para repararla”.
Se perdona: por amor, por humanidad, por humildad o hasta por lástima y, no se guardará: enojo, rencor o sentimientos de venganza.
Eso nos dará paz interior, pero eso no modificará los hechos. (Palo dado ni Dios lo quita).
“Lo hecho, hecho está”
Aquellos que se atreven a no tomarlo en cuenta, tendrán que afrontar toda una vida de incertidumbre.
Quien fue defraudado, vivirá con la zozobra de saber que su defraudador puede volver a incurrir.
Quien defraudó vivirá con la incertidumbre que no confían en él y deberá cargar con el peso del abuso de confianza que cometió.
Y aún los terceros que en apariencia no tuvieron que ver con los hechos habrán perdido la confianza.
Suena muy exagerado y duro de digerir, y puede preguntarse; ¿quién dice esto?
“Es solo la opinión de un viejo”.
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