Capítulo XX – Familias perdidas

Capítulo XX – Familias perdidas

anaessat

05/08/2019

Casi sin darse cuenta, había empezado a oscurecer. La madre de Toni los llamó desde el porche para que entraran en casa. Alberto debía sacar la ropa de la pequeña bolsa que lo acompañaba o, irremediablemente, toda se arrugaría.

Se despidieron de Alfonso, que desapareció de repente. Toni anotó mentalmente que, al día siguiente, le preguntaría a dónde iba cuando desaparecía así. ¿A dónde iban los espíritus cuando no se dejaban ver?

La madre de Toni les confirmó que todos asistirían al día siguiente a la acampada. A partir de las 11 empezarían a llegar.

Cenaron, salieron un ratito a ver las estrellas y se retiraron a descansar. Todavía era julio, así que el día siguiente y a pesar del tórrido calor de aquellos días, para los padres de Toni era un día laboral.

Alberto se acomodó, como siempre, en el dormitorio de Toni. Ya había de forma fija una cama desmontable tipo plegatín para él.

A pesar de la angustia del día, Alberto no tardó en quedarse frito. Toni oía la respiración rítmica de su amigo, que se había quedado dormido casi hablando. Pero a él le costó muchísimo dormir. Tenía como una bola en el estómago que le provocaba angustia. Hacía mucho calor, daba vueltas en la cama y sentía cómo las sábanas se pegaban a su espalda. Sentía que nada volvería a ser igual después de aquel verano. Estaban creciendo, y, además, se avecinaban cambios. Y algunos no le gustaban.

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