He despertado recordando,

ese viaje que no hice.

La fiesta que no viví.

La piel que no toqué.

Desperté y me encontraba dispuesto

a irme al fin del mundo.

Pero el camino fue mejor

que aquel lugar que nunca vi.

Después de parar y comer

me extravié en una ciudad de luz,

donde a muchos reconocí,

y por encima de todos, tú.

Eras tú, riendo.

Pasaba un carnaval.

No sé si por capricho o por ti.

El caso es que huimos de allí.

Yo debía tener prisa

mi coche iba a marchar.

Y el tiempo debió detenerse,

pues nadie me vino a buscar.

Debió detenerse en mi espalda.

Cuando entrelazamos las manos.

Sin motivo, que siempre es mejor.

Parecía vivir en un sueño.

Sentía así tu piel.

Por fin sentí huir de mi el frío.

No dijimos nada.

No hacía falta nada.

El alma abierta y la boca cerrada.

Después de tu respiración

y del roce de tus cabellos.

No hubo más que banalidades.

Una casa, un suceso, un maestro.

Entonces abrí los ojos.

Entonces sentí morir.

Mi vida, mi Elm Street.

Las pesadillas se viven al despertar.

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