Soy un lapicero negro retráctil y en este momento estoy entrando a la panadería.

Desde el bolsillo de la camisa de mi dueño pude ver a una chica en una mesa sólita, de tes blanca, cuadradíta pero delgada y de inmediato pienso lanzarmele encima.

Así que espero paciente a que Julián se decida y no pregunte todos los sabores de jugos que hay (dos veces)

Y yo aquí sufriendo, que no me la vayan a quitar…

¡CARAJOS JULIÁN!

¡VAMOS A SENTARNOS YA!

Por fin llegamos a su mesa y no hay tiempo que perder, el desayuno no toma mas de quince minutos, asi que salto a su mano derecha (que coma con la otra) le planto unos besos que duraron tres minutos y al levantarme, las babas de mi tinta dejaron un dibujo sobre su piel, nada extraordinario solo era una inofensiva flecha con mira telescópica que Julián se guardo en el bolsillo del morral y no la vi más hasta la noche cuando nos soltaron en la silla del computador y apagaron la luz…

Esa noche practiqué el abecedario por su parte de atrás mientras el botón del módem se ponía azul de la envidia, pero al vernos en la mañana me di cuenta que en la oscuridad hago unos garabatos muy feos.

Con todo y eso ya eramos una historia de amor de papel.

Historia digna de saga, pero ella solo es una hoja y yo también me acabé, soy un lapicero negro retractil barato.

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